XXIX

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*** Narra Meritxell ***

Frustración. 

Enojo.

Rabia.

Miedo.

Sé perfectamente por todo lo que está pasando Yaiza, pero ella a diferencia de mi, no va a recibir latigazos cubiertos de fuego sobre su espalda o sobre las palmas de sus manos, tampoco pienso amenazarla con matarla o con herir a alguien que es importante para ella. 

Sé que necesito que Yaiza tome ciertas habilidades para que el conjuro pueda funcionar, pero no voy a terminar con su alma convirtiéndola en alguien despiadada que sirve ciegamente a un demonio porque yo mejor que nadie sabe lo que eso significa, las consecuencias que pagas. 

Ella no es mi rival, no me alcanzaría en habilidad jamás. Solo necesito que aprenda a disparar rayos a un objetivo especifico, que haga crecer rosas y que no salga corriendo del peligro, o que se ponga a llorar como una cobarde.

Ambas estábamos sentadas en el comedor mientras degustábamos el pay de queso que hice mientras daba su batalla sin frutos favorables. 

-Meritxell... -susurra mi nombre con nerviosismo 

La miro esperando su innecesaria e infantil pregunta. 

-¿Cómo fue tu entrenamiento cuando eras pequeña?

-No querrás saberlo 

-Sí quiero 

-No quieres, créeme

-Es que tengo curiosidad 

-¿Y cuando no? -le digo con ironía 

Ella sonríe dejando escapar una risita.

-Siempre -dice apenada 

Nos quedamos en silencio un rato y de verdad lo agradezco infinitamente. Pero mi placer por no escuchar su voz no dura mucho. 

-¿Enserio fue tan malo?

-¿No lo dejarás por la paz? -le pregunto irritada 

Ella niega con la cabeza sin dejar de mirarme a los ojos. 

-Dame la mano 

Ella extiende su mano y la tomo con firmeza, entro a su mente sin despegar sus ojos de los míos y proyecto uno de los recuerdos menos dolorosos de mi entrenamiento cuando apenas era una niña de cuatro años y medio. 

*** Flashback ***

Estoy sentada con mis piernas dobladas hacía atrás, raspándome las rodillas por la culpa de las pequeñas piedras que se entierran y lastiman debajo de mi. 

Las lágrimas gruesas caen rodando por mis mejillas con lentitud. 

Mi cabeza está punzando fuertemente y mis manos están agotadas de lanzar tantos rayos blancos sobre un árbol que ahora está completamente destruido y está ardiendo en llamas blancas como el color de las nubes del cielo, como la espuma que hace el jabón cuando me lavo mis manos o como la luna cuando sale por las noches y puedo verla a través de mi ventana.  

-Has tardado cinco horas intentando destruir ese árbol -dice Varsha a mis espaldas 

Y siento como empiezo a temblar de miedo, hay algo en su voz que no suena feliz ni satisfecha con mi desempeño. 

-¿Acaso eres una tonta Meritxell?

Niego con mi cabeza y siento un dolor desgarrador cuando en mi brazo comienza a aparecer un rasguño profundo que me hace gritar por el ardor y de miedo por ver tanta sangre saliendo de mi cuerpo.

El demonio de pétalos de rosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora