XXIII

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Llegamos a una casa de madera perfectamente cuidada con un jardín principal lleno de rosas rojas y blancas resplandecientes, maravillosas y únicas.

-¿Tú las plantaste? -le pregunto mientras las admiro y respiro su delicioso aroma

Era muy extraño lo mucho que extrañaba este olor.

-¿Nunca te cansas de preguntar cosas Yaiza? -pregunta con fastidio

-Es parte de mi naturaleza supongo

-Trabaja en eso, de verdad es molesto

-Solo hice una simple pregunta

-Pero no ganas absolutamente nada preguntando eso

-Claro que si

-¿Y qué ganas sabiendo si fui yo quien las plantó o no? -se cruza de brazos y me mira de mala gana

Solo digo lo primero que me cruza por la cabeza, no pienso darle la razón.

-Bueno sabría si tienes o no dotes para la jardinería y quizá en un futuro te pida ayuda con mi jardín 

Ella me mira con una extraña mirada de burla y arrogancia.

-Yo las plante -dice en un suspiro luego de que nos abrigara un silencio de unos cuantos minutos

-Eres muy buena ¿Te gusta el aroma a rosas?

-¿Enserio? -me mira con cansancio

-Mejor me quedo callada -le digo mientras agacho la mirada y muevo mis manos con nerviosismo

-Nos harías un enorme favor

-No te molestes, solo soy una persona curiosa

-Demasiado curiosa, tanto que resulta bastante molesto

-Bien, lo controlare a partir de hoy

-Quiero ver como lo intentas -dice riendo con amargura

Entramos a la casa y miro todo con detenimiento, la casa es sencilla pero perfectamente recogida y limpia. Los muebles son bastante acogedores sin embargo toda la casa esta rodeada de un aire bastante solitario y frío.

-Voy a la cocina a preparar algo

-¿Necesitas ayuda?

-No, puedo hacerlo sola

-De acuerdo

Me siento en uno de los sillones individuales y suspiro mientras miro a mi alrededor con detenimiento.

-¿No te sientes sola en esta casa? -le pregunto mientras me desespero por tanto silencio a mi alrededor

-Estás aquí, créeme que toda mi maravillosa tranquilidad y soledad está siendo invadida

-No me refiero a ahora, sino a otros días 

-Me gusta la soledad, la tranquilidad y el silencio 

-¿Por qué?

No recibo respuesta.

-Ya entendí, estoy volviendo a ser muy curiosa, lo siento 

Me cruzo de brazos y espero, trato de ser paciente con todo mi ser pero este silencio es abrumador, es como si ni siquiera Meritxell estuviera en la cocina preparando algo, todo es muy silencioso, ni siquiera hay un zumbido de alguna mosca. 

Me levanto tratando de hacer ni el más mínimo ruido y camino hasta la cocina por donde vi que Meritxell se perdió hace un rato. 

-Solo han pasado 6 minutos y ya estás desesperada -dice cuando entro a la cocina -Deberías de probar lo tranquilizante que es el silencio -dice mientras mueve sus manos con gentileza sobre los ingredientes que está combinando en el bowl que sostiene sobre sus manos 

El demonio de pétalos de rosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora