Silencio.
Entre ellos dos solo había silencio.
Sentados uno al lado del otro en el jardín, frente a la luna casi llena, frente a su casi verdad. A TaeHyung le hubiese gustado ser ignorante. Le hubiese encantado ser alguien que no supiera nada y que viviese engañado por el resto de su vida. Pero amaba tanto a JiMin que sabía lo que las alarmas de su corazón querían decir.
Sabía que lo había perdido desde el primer momento en que lo dejó regresar a su pasado.
Aún así preguntaría. Necesitaba escucharlo de los propios labios de JiMin, esos labios que él tanto amaba. O tal vez lo hacía con la ezperanza de que fuera otra cosa. Esperanza. Solo uno por ciento de esperanza. Se preguntó si sobreviviría ante lo que estaba a punto de pasar. ¿Aprendería a vivir en una soledad que desconocía? Tal vez no y eso solo haría que le quedara la consciencia helada y vacía. Porque se había dado cuenta que no renacería.
Porque se había dado cuenta que sin JiMin, solo iría más allá del límite de la desolación.
Su cuerpo, su mente y su alma ya no tendrían conexión.
TaeHyung recordó cuando conoció a JiMin aquel 23 de septiembre.
Lo bonito que se vio al llegar a aquel salón un lunes a las 8:05 de la mañana. Para el castaño, la vida se iluminó aquel día. JiMin siempre le pedía que le contase cómo se enamoró de él, que le contase que sintió cuando lo vio por primera vez. Y TaeHyung siempre le contó la verdad. Le dijo que alrededor de JiMin había una luz que resplandecía, que emanaba paz, que contagiaba armonía, aunque sus ojitos eran los más tristes que había visto. Recuerda la forma en que lo saludó, el modo en el que se quedó impregnado de su belleza, recuerda que prometió estar a su lado por siempre.
A JiMin le gustaba escuchar esa historia.
JiMin también recordó las veces que entre abrazos y risas en aquel sofá de su departamento, le pedía a TaeHyung que relatase su historia. Recordó las veces que cocinaron juntos, que comieron juntos, que salieron y regresaron juntos del mundo exterior. Las veces bajo la lluvia, las veces bajo el sol. Recordó sus besos, sus caricias y su amor.
¿Estaba haciendo lo correcto?
No lo sabía.
Pero TaeHyung sí. El sí sabía que lo correcto era dejarlo ir. Él si sabía que aunque su corazón estuviese rompiéndose y su vida parecía carecer de sentido a cada segundo que pasaba, tenía que dejar volar a JiMin aunque no quisiese.
Aún así debía preguntar. En su mente se repoducían las posibles frases que JiMin le contestaría. Lo que su JiMin le diría, su JiMin. Porque era suyo, hasta aquel entonces era completamente suyo. Su alma, su mente, su cuerpo y su corazón. Puede que JungKook haya estado en sus recuerdos, pero sabía que JiMin lo había amado a él también. Que esos recuerdos solo se desbloquearon cuando volvió a ver al pelinegro, pero que antes de eso fueron felices.
Lo conocía tan bien.
Sabía todo su pasado, su presente y lo que sería en un futuro. Un mar lleno de cualidades y virtudes. Un diamante no en bruto, si no pulido y listo para ser admirado. Eran almas gemelas. Desde la primera cita que JiMin le aceptó cuando eran solo unos niños, el rubiesito había sido un libro abierto para él.
Y a TaeHyung le encantaba las frases escritas en su piel.
—Sabes, me encanta mirarte. Sobretodo a la luz de la luna mi JiMin —dijo tratando de aguantarse las ganas de besarlo, pues se veía realmente hermoso en aquel momento. ¿Podría dejarlo ir?—, pero sé que tienes algo que decir.
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ʟᴀʙɪᴏꜱ ᴄᴏᴍᴘᴀʀᴛɪᴅᴏꜱ ➳ [ ᴋᴏᴏᴋᴍɪɴ ]
FanfictionPark JiMin y Park MinJi son dos hermanitos gemelos que se aman mucho. Su amor de hermanos parecía ser un lazo que nunca se rompería, hasta que a sus pequeñas vidas llega Jeon JungKook, un pequeño de cinco años que creará en los hermanos una gran ri...