Park Song Jae trabajaba más últimamente.
JiMin y él habían tenido una pelea el último domingo y no habían hablado por dos días. JiMin le había reclamado el por qué trabajaba tanto, el por qué ni siquiera comía lo que él le preparaba y el por qué no cuidaba su salud. El rubio estaba tomando un curso extra que colmaba todo su tiempo, pero aún así siempre cocinaba para su padre quién llegaba a cada muy tarde y se iba demasiado temprano. JiMin le había reclamado que el mayor estuviese descuidando su salud y él le había respondido que no se meta en sus asuntos, causando una gran pelea. Aún así, dos días después ambos un poco resentidos, se hablaron durante la cena.
—Mañana me quedaré en lo de Tae —avisó el rubio.
—Está bien —le respondió su padre.
—¿El jueves descansas verdad? Vendré al mediodía, pues no tengo clase. ¿Te parece si cocino para ti?
—Está bien hijo, el jueves cocinamos juntos —le dijo mirándolo con una sonrisa.
Aquella noche, JiMin le dio un abrazo a su padre y estaba a punto de irse, cuando regresó a darle un abrazo aún más fuerte y una sonrisa que nunca, nunca su padre olvidaría. Finalmente, luego de un te quiero dicho por ambos en susurros, se fue a dormir con una sensación extraña en su pecho.
Eran las dos de la mañana cuando Song Jae se acercó al cuarto de JiMin, abrió la puerta y lo notó dormir abrazado a ese peluche que le había regalado hace años. Dormía tan tranquilo, tan lleno de paz que no pudo evitar que algunas lágrimas se le escaparan. Sonrió tristemente al recordar lo que había pasado con su familia, cómo de un momento a otro habían pasado casi doce años, cómo le había quitado a su hijo la felicidad. Porque si bien él veía que JiMin tenía nuevos amigos, que no le había reclamado jamás el por qué se lo había llevado, que se había adaptado a un país desconocido para él, sabía perfectamente que guardaba en él una tristeza profunda, un dolor que no lo demostraba para no hacerlo sentir mal.
Lo miró media hora más, pidiéndole tal vez el perdón que se merecía y que le pidió todos esos años, a pesar de que JiMin siempre le decía que no tenía nada de qué perdonarle.
Al día siguiente, JiMin regresó a su casa a medio día para llevar unos cuadernos que había olvidado, los cogió del escritorio y se fue, no sin antes dejar una nota en la refrigeradora diciéndole a su padre que cene y un te quiero. El jueves por la mañana JiMin regresó esperando encontrar a su padre, pero este no estaba. Cuando lo llamó por teléfono, él le respondió que había una reunión de emergencia en la empresa y que llegaría tarde, que no lo esperase despiesto. JiMin entonces salió con TaeHyung aquella mañana y pasó el día junto a él.
Cuando iban a ser las diez de la noche, regresó y no encontró a su padre. Entró a la cocina para prepararse algo de cenar, luego se quedó viendo una película hasta casi la una de la madrugada, cuando el teléfono del departamento sonó.
—¿Joven JiMin? —escuchó a traves de la línea.
—Sí, dígame.
—Joven, su padre está en recepción y no se siente bien ¿puede bajar por favor?
—¡¿Qué?! Sí... s-sí, bajo enseguida.
El miedo se apoderó de él.
Mientras bajaba por las escaleras corriendo como si su vida dependiese de ello, recordaba a su padre deseando que nada le pasara. No habían estado bien los últimos días y necesitaba disculparse con él, necesitaba de sus abrazos y de sus consejos. Sabía que nada le pasaría a su padre, pues él era una de las personas más fuertes que había conocido, pero el dolorcito en su pecho lo estaba asustando a tal punto de sentir que sus piernas flaqueban. Ni siquiera le dio tiempo de ponerse una chaqueta, él sólo bajó demasiado rápido, ni siquiera lo pensó.
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ʟᴀʙɪᴏꜱ ᴄᴏᴍᴘᴀʀᴛɪᴅᴏꜱ ➳ [ ᴋᴏᴏᴋᴍɪɴ ]
FanfictionPark JiMin y Park MinJi son dos hermanitos gemelos que se aman mucho. Su amor de hermanos parecía ser un lazo que nunca se rompería, hasta que a sus pequeñas vidas llega Jeon JungKook, un pequeño de cinco años que creará en los hermanos una gran ri...