CAPÍTULO 30 ( Tan cerca, tan lejos )

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JungKook bajó las escaleras rápidamente buscando a JiMin.

Primero había recorrido los pasillos y lo había buscado en el cuarto que aún ocupaba el rubio y que ese mismo día desocuparía, pero no lo había encontrado. Cuando llegó al primer piso empezó a gritar por todos lados como si nunca más lo vería.

-¡JiMin! ¡JiMin-ssi! -exclamaba su nombre por cada compartimiento-. ¡Park JiMin!

-Pero ¿qué pasa aquí? -preguntó alarmada la señora Jeon mientras salía de la cocina-. ¿Qué ocurre JungKook?

-¿Has visto a Minnie, mamá?

-¿Qué? Pero... ¿qué les pasa a todos? -dijo confundida-. Primero MinJi pregunta por ti y JiMinnie y ahora tú preguntas por él ¿dónde se meten?

-Nada mamá, olvídalo... -le respondió confundiéndose aún más-. ¡JiMinnie!

La señora Jeon vio con preocupacióm a su hijo saliendo hacia el jardín. Suspiró ante los repentinos acontecimientos y una corazonada en su pecho le hizo saber que las cosas se estaban volviendo complicadas. Hace unos días tenía en mente aquel pensamiento, es más, desde que regresó JiMin tenía la certeza de que todo cambiaría. Y ella sabía que lo mejor hubiera sido que JiMin nunca hubiese regresado, así JungKook, MinJi e incluso Park Ye Na hubiesen seguido el rumbo de su vida, pero estaba tan feliz de que aquel pequeño regresara al lugar al que pertenecía, al hogar que se le había sido arrebatado, estaba tan feliz de ver los ojos de su hijo brillar nuevamente, que no le importó que su regreso no fuera lo más conveniente, si no más bien se alegró de que finalmente, las cosas volverían a tomar el sentido que nunca debieron perder.

Porque nada había sido un error.

Tal como su hijo se lo había dicho a JiMin aquel día que el rubio regresó de Italia por segunda vez, nada tampoco para ella había sido un error. El amor que emanaba las miradas entre JiMin y JungKook eran fáciles de leer y de sentir. El bonito aura y la paz que transmitían sus ojos, sus corazones y sus palabras entrelazadas en simples oraciones triviales, demostraban que aquel amor que estaba resguardado en esos corazones que se tuvieron que separar, había renacido para volar aún más alto que antes. No era un gusto, ni un cariño de niños.

Era amor.

Ella lo sabía, JiMin y JungKook lo sabían y aunque con ese amor destruirían todo sin querer, esperaba que se mantuvieran firmes en aquel bonito y verdadero sentimiento que los envolvía. Ella más que nadie lo deseaba y si en sus manos estaba auxiliarlos, apoyarlos y protegerlos de todos, lo haría. Todo para que su hijo y aquel pequeño rubio que amaba como a un hijo también, fueran felices.

Para siempre.

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JungKook encontró a JiMin sentado en el pasto, al lado de las azucenas que adornaban el lugar. El rubiecito estaba cantándoles a las florecitas una canción que no supo reconocer, pero que le dio tanta paz que hizo que se sentara a su costado y disfrutara de la dulce y angelical voz de su JiMin.

"I want you to be your light, baby... you should be your ligh, deoneun apeuji anhge, nega us-eul su issge... I want you to be your night, baby... you could be your night, i bam-i neoege soljighal su issge..."

Cuando JiMin dejó de cantar, JungKook volteó su rostro y lo miró fijamente. JiMin seguía viendo el sol en lo alto del cielo, cada vez cayendo más para poder esconderse. El silencio entre los dos no era incómodo, era como si ambos estuviesen acompañados el uno al otro y sus corazones se sincronizaran para hablar las palabras que no podían decirse en persona. JiMin apoyó su cabeza en el hombro derecho de JungKook y sentados aún, en completa paz, miraron el sol ponerse.

ʟᴀʙɪᴏꜱ ᴄᴏᴍᴘᴀʀᴛɪᴅᴏꜱ ➳ [ ᴋᴏᴏᴋᴍɪɴ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora