CAPÍTULO 55 ( El tiempo después del adiós )

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Despertó.

A los tres días después de llegar a Italia. Tres días sin saber de su JiMin. Tres días en los que prefirió dormir para no sufrir. No estaba mal ni bien. Solo se sentía como una canción desesperada donde las historias comenzaban, pero también acababan.

Qué egoísta pensamiento.

Creyó que tal vez la distancia y el tiempo, harían a su JiMin volver y romper el silencio. Que al no estar a su lado y quedar indefenso podrían volver a ser ellos dos. ¿Y cómo no imaginarlo si la sonrisa de su JiMin lo desarmaba? ¿Cómo no odiar admitir cuánto le gustaba? Pero ya no había nada. Nada, nada, nada. TaeHyung sabía que solo quedaba seguir adelante y nada más.

Derrotado, tan cansado.

Pues solo quedarían los versos que contarían su historia. Aquel amor que ahora solo estaría en su memoria. Que solo estaría en su corazón, pero ya no en su vida.

¿Qué haría ahora? Nunca había imaginado la vida sin él. En todo lo que se había planteado siempre estaba su JiMin, pues solo él sabía bien quién era, de dónde venía y a dónde iría. Le dolía en el alma y sería mentira decir que no. Todo el amor que le había entregado se estaba deshaciendo poco a poco. Jamás había mentido ni escondido nada. Es más, siempre estuvo presente para cuando su JiMin más lo necesitaba. Pero ahora solo le quedaba llorar en silencio y sollozar entre la nada.

Y es que solo su JiMin sabría que dio todo lo que pudo dar.

Y aun así, el amor de su vida se estaba yendo. Yéndose, así como si nada. Dejándolo perdido entre la nada y con las promesas, palabras y el amor que se juraban. Y TaeHyung sabía que tal vez no habría nadie que amaría a su JiMin tal como solo él lo pudo amar.

Pero sabía también que eso no era del todo verdad.

Jeon JungKook lo amaba. Tanto como él. Dos hombres que luchaban por el ser más dulce de este mundo. Una lucha de la cuál TaeHyung ya se había retirado a pedido de su JiMin y por voluntad propia. Porque sí, podría estar muy lastimado, llorar como un pequeño niño o recriminarse muchas cosas que no hizo.

Pero estaba feliz.

Feliz de que su JiMin finalmente ya no tendría en sus ojos aquella tristeza. Feliz porque su JiMin ya no estaría cansado y apagado. Feliz porque ahora estaría de la mano del hombre que siempre quiso y por el cuál lloró tantos años. Feliz porque su sonrisa sería más sincera y sus pasos más seguros. Feliz, aunque eso significaba que su JiMin lo echaría al olvido.

Su JiMin.

Aún era su JiMin. Porque la persona no es de con quién esté, si no de quién lo ame. JiMin siempre sería su JiMin, pues por más que intentara olvidarlo o ya nunca más amarlo, jamás podría hacerlo porque el rubiecito siempre sería como una llama que ardería en fondo de su corazón.

—Te extraño...

Sentado en la mecedora del balcón, veía el sol desaparecer. No eran días lluviosos, ni grises, ni tristes. Eran días llenos de sol. Un brillante sol como lo era su JiMin. Recordó los juegos en esa mecedora, las cosquillas, las bromas y los cientos de veces que se comieron la boca mientras se hacían el amor.

TaeHyung había intentado casi todo para convencerse de que su JiMin ya no regresaría, pero aun así guardaba la esperanza pese a que el mundo se estaba derrumbando a sus pies. Mientras aprendía de una soledad que desconocía, se volvía a preguntar una y otra vez si sobreviviría.

Y es que sin su JiMin solo le quedaría la conciencia helada y vacía. Conciencia que no se daba cuenta si algún día renacería. ¿Para qué necesitaría conciencia al fin y al cabo si ya no tendría piel, ni nombre, ni fuerza ni hasta su propia vida? Su JiMin se había llevado incluso su fe.

ʟᴀʙɪᴏꜱ ᴄᴏᴍᴘᴀʀᴛɪᴅᴏꜱ ➳ [ ᴋᴏᴏᴋᴍɪɴ ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora