Capítulo ochenta.

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-¿Estás bien? Sam -habló Dean después de media hora de viaje, cansado del silencio solo roto por la música que sonaba por los altavoces del impala.

-A veces estaba consciente -contó Sam -me vi asesinando a ese cazador con mis propias manos, vi como se apagaba la luz de sus ojos.

-Tuvo que ser horrible -dijo Dean mientras Bella miraba con tristeza a Sam.

-Fue mucho peor. Casi me cargo también a Jo, pero daba igual lo que hiciera, no disparabas.

-Hice lo que debía Sam, no eras tú.

-Ya esta vez. Pero ¿y la próxima?

-Sam, papá me dijo, que tendría que matarte solo si no te podía salvar. Y aunque sea lo último que haga, voy a salvarte.

Sam se quedó pensativo en lo que había dicho su hermano cuando le escuchó reír.

-¿Que?

-Tío, una piba ha estado dentro de ti durante una semana entera. Muy erótico.

Los tres comenzaron a reírse por las palabras de Dean descargando un poco en esa risa toda la tensión acumulada en esos días.

-Chicos... -habló Bella tras unos minutos -¿creéis que Meg diga algo sobre mi en el infierno? -preguntó ya que aquel tema le estaba comiendo la cabeza desde que supo que Sam era un demonio, pero no quería darle a Dean más cosas en las que preocuparse, al menos hasta que no hubiesen salvado a Sam.

-No lo se, pero no parecía demasiado interesada en ti -dijo Dean, notando como de nuevo la preocupación volvía a su cuerpo, aun que no quería hacérselo ver a Bella, pues no quería que ella se preocupase.

-Si hubiese querido, podría haberte cogido en mil ocasiones cuando estaba dentro de mi y no lo sabíais, así que no lo creo. Quizás ese tal Crowley tiene más poder del que pensamos -habló Sam intentando tranquilizar a los chicos, pues él no había notado un interés en Meg por Bella en ningún momento de los que estuvo poseído.

-No se si eso me alivia o me da más miedo, que un demonio poderoso este tras de mi y quiera mis favores... -habló Bella pensativa.

-Tranquila, no dejaré que nadie te haga daño -dijo Dean serio.

Bella simplemente sonrió al chico y se recostó en el asiento trasero del impala, había sido una semana muy agotadora.



...


Se encontraban en una de las cabañas que Bobby tenía repartidas por todo el país, era vieja y las paredes parecía que se iban a venir abajo en cualquier momento, pero así no gastarían dinero en un motel, además, por dentro tenían todo lo que podían necesitar. Una vieja televisión que aun que la imagen no era muy buena, funcionaba, un par de habitaciones con camas que si bien chirriaban cuando te subías en ellas, al menos tenían un colchón sobre el que dormir, un viejo sofá raído, baño y una cocina que sin duda había vivido tiempos mejores, pero al menos funcionaba todo.

Habían parado de camino a casa de Bobby, quien también estaba con ellos. Volvían de resolver un caso sobre un bromista en el que el viejo cazador tuvo que ayudarlos.

-Bobby, esto está hecho un asco -dijo Dean saliendo del baño pues acababan de llegar hacía apenas media hora.

-Lo siento princesa, pero no puedo permitirme una mansión en cada rincón del país.

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