Capítulo ochenta y dos.

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Mientras tanto, Sam había estado todo el día fuera, buscando por el bosque, por las guaridas del hombre lobo. Buscando en la biblioteca local y hasta preguntó a un profesor de universidad que se dedicaba a estudiar los mitos y leyendas. Pero no consiguió encontrar nada.

No entendía como su hermano se había rendido con Bella. La noche anterior era él quien decía una y otra vez que no iban a dejar de luchar, que no se iban a rendir, que buscarían una manera de ayudarla, pero ahora todo había cambiado y no entendía por qué, hasta que una ligera sospecha se le pasó por la cabeza, quizás su hermano no se había rendido con Bella, quizá se había rendido por completo. Tras lo que escuchó tras el virus, a Dean diciendo que estaba cansado de esta vida todo pareció aclararse en su cabeza, él no quería seguir adelante. Comprendió que ahora mismo, con todo lo que había pasado y la situación que Dean iba arrastrando desde la muerte de su padre, ahora mismo el mayor peligro para Dean era él mismo y le había dejado a solas con Bella que podría convertirse en cualquier momento.

El pánico le inundó. Dean no sería capaz de parar a Bella si le atacaba, él simplemente se dejaría morder por ella, se dejaría morir. Echó una vista al cielo y vio como la luna llena comenzaba a alzarse y se encontraba bastante lejos de la cabaña. Debía llegar a tiempo, por lo que se metió en el impala y condujo a toda velocidad hasta la cabaña de Bobby, rezando por el camino, pidiendo a todos los dioses que conocía que no fuese tarde.

Se sentía estúpido por no haberse dado cuenta antes, por no haber caído en aquello, por haber dejado solo a su hermano con ella cuando sabía que podía convertirse en cualquier momento, y si no lo había hecho ya, con la luna llena lo haría.

Llegó a la cabaña casi derrapando, bajándose del coche a toda prisa y entró por la puerta como un huracán, encontrando Dean en el sofá sujetando el cuchillo de plata de Bella del que chorreaba sangre y a Bella encima del chico y parecía que estaba atacándole.

-Alejate de él -dijo Sam desenfundado su pistola apuntando a la chica que se giró en ese momento para mirarle.

...

"Unos minutos antes en la cabaña"

Bella y Dean habían pasado el día entre risas, cariños, besos y disfrutando de lo que todo parecía indicar serían sus últimas horas juntos.

La noche estaba al caer y los nervios a flor de piel. La chica aún no había mostrado signo alguno pero estaban seguros que lo haría al aparecer la luna llena. Dean miraba por la ventana cada cinco minutos mientras Bella se destapó la mordedura de su hombro, observándola para ver si veía algún cambio.

-Dean... la mordedura se está curando pero... -dijo la chica haciendo que Dean se girase para mirala asustado, en cuanto lo hizo, vio a Bella tirada en el sofá, desmayada de nuevo, comenzando a convulsionar. Dean rápidamente se acercó a la chica sin saber que hacer, nunca había visto a nadie transformarse así pero estaba claro que estaba pasando algo. El cazador, asustado, nervioso y frustrado sin saber que hacer intentó sujetar la cabeza de la chica para evitar que se hiciese daño mientras llamaba desesperado a Sam. Sabía que Sam no escucharía sus gritos, pero deseaba de forma desesperada que apareciese por la puerta en ese momento.

Casi por instinto volvió a echar la vista a la ventana viendo asomarse la luna inmensa y completamente llena que llenaba de luz la entrada a la cabaña, incidiendo con sus rayos sobre ellos. Había llegado el momento y no estaba preparado para ello. Al menos esperaba que las cuerdas que amarraban a Bella resistiesen.

Después de unos minutos que a Dean le parecieron una eternidad, Bella dejó de convulsionar y su cuerpo se quedó quieto.

-¿Bella? -preguntó con miedo.

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