Al entrar al hospital, me encontré con paredes blancas y pasillos brillantes. Enfermeras iban de un lado a otro con paso apurado y lo único que se escuchaba eran conversaciones bajas, el sonido de llamadas entrantes y pequeñas alarmas cuyo origen o razón no fui capaz de identificar. Me apresuré a llegar al escritorio.
— Disculpe — llame la atención de la enfermera detrás de la computadora, — Song Woonji, ¿se encuentra aquí?
— ¿Eres familia?
— Es mi hermana.
La mujer me miró sin ninguna expresión en su rostro, pero revisó una lista.
— Está en el quirófano — me contó, y sentí que me caía un costal de cemento encima. — Ve al fondo del pasillo y luego gira a la izquierda. Puedes esperar ahí.
— Pero, ¿está muy grave? ¿Es muy serio?
— Llegó de emergencia. Ve a donde te indique y los doctores irán a buscarte.
Luego de agradecerle por la información con un ligero estado de inverosimilitud, me dirigí a donde me había indicado.
No podía recordar la última vez que había estado en un hospital. Nunca había sido una fanática de los doctores ni de nada que tuviera que ver con agujas ni ningún tipo de revisiones, así que no podía evitar sentirme como una niña que iba de camino a un calabozo. Pero dicha sensación no se comparó para nada con lo que sentí en mi interior cuando visualicé a un par de personas sentadas en la sala de espera. No. Con eso el estómago se me cayó para dar lugar a un intenso vacío. Mis ojos se abrieron mucho, mis manos comenzaron a inquietarse y mis piernas se quedaron inmóviles junto a una fea y ostentosa planta artificial.
Cuando ellos me vieron, noté la preocupación en sus rostros cambiar a sorpresa. Ninguno se levantó de su asiento, pero tampoco dejaron de verme. Luego de casi dos años, debía parecer una persona completamente distinta para ellos. Me había dejado crecer el cabello, llevaba ropa de una tienda de segunda mano, mi cara debía verse más madura y debía verme más grande. Pero ellos... Papá parecía haber dejado de teñir su cabello pues tenía algunos mechones blancos en los costados de su cabeza. Sus marrones y almendrados ojos me veían como si fuera un puto fantasma, pero los de mi mamá... Esos si que decían más que mil palabras. No fui capaz de descifrar si lo que se combinaba con la sorpresa era enfado o asco, pero tal vez podría ser una combinación de ambas cosas.
Con pasos vacilantes e inseguros, me acerqué a ellos, con un naciente terror. De repente, olvidé por un momento lo que estaba haciendo aquí.
— Hola — salude, sintiendo mi cara volverse de piedra. Vacile algunos segundos pues sus duras miradas me hicieron flaquear un momento. — ¿Saben cómo está ella?
Nada. No obtuve ni siquiera una palabra como respuesta, ni siquiera un pestañeo. Me relamí los labios, nerviosa, y di un vistazo alrededor. No había muchas personas esperando, pero había vario personal médico cerca.
— ¿Qué haces aquí? — Escuchar la voz de mi madre después de tanto tiempo casi me hace querer romper en llanto, pero me contuve.
— Vine a ver a Woonji — levante las manos, aún en el interior de los bolsillos de mi suéter.
— ¿Cómo te enteraste?
— La señora Jung me llamó.
— Esa mujer no puede meterse en sus asuntos ni aunque le paguen — se quejó mamá, girando la cabeza hacia mi papá.
— Eso lo saben incluso en América — intente bromear, fallidamente. Luego, ante sus gestos juzgadores, adopte de nuevo mi tono serio. — ¿Les han dicho algo?
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so far away ☆ myg ✔️
FanfictionLo que más ama Song Meiji es hacer música, así que cuando decide perseguir sus sueños, no le queda otra opción más que ignorar todos los desaires y desánimos que la gente a su alrededor, incluida su familia, le hace cada vez que sus planes a futuro...