22. brillo, sudor, es lo mismo ☆

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Luego de la práctica del viernes, unos días después, me encontraba junto a las chicas en la sala común de la agencia. Mientras que Taeri, Yara y yo íbamos sudadas y visiblemente agotadas, Adora nos miraba con cara de asco, renuente a que nos acercáramos demasiado a ella.

Mis últimos encuentros con Yoongi se habían visto un poco entorpecidos porque, cada vez que lo tenía cerca, venía a mi mente el hecho de que estuvo a punto de verme desnuda aquel día en su dormitorio. Aún cuando no había pasado nada vergonzoso, no podía evitar sentir un calor intenso en las mejillas al recordar el episodio. Llegué a pensar que, tal vez, la razón de ello fuera el recuerdo del tacto de Yoongi sobre mi piel, o tal vez la manera en que se le ceñía la camiseta que llevaba puesta, o por lo jodidamente guapo que se veía esa tarde...

El chico, a unas mesas de distancia de nosotras cuatro, estaba trabajando en su computadora portátil junto a Namjoon. Ambos llevaban puestos sus auriculares pero, aunque el menor parecía estar muy concentrado en la pantalla y en lo que escuchaba, Yoongi no dejaba de echar vistazos fugaces en mi dirección. Y yo me daba cuenta porque tampoco podía dejar de verlo de vez en cuando. Era como un juego. Uno muy adictivo.

— Ya brillas como una estrella, Mei.

Adora, con una botella de agua entre sus manos, me miró con un simpático gesto.

— Es solo mi sudor — me pase la mano por la frente.

— ¿Ya nos vas a decir por qué Yoongi y tú traen ese jueguito de miradas? Llevan así todo el día — dijo Yara.

— ¿Pero de qué hablas? — me hice la tonta, pues no pensé que estuviera siendo tan obvia.

— Yoongi es guapo, ¿a qué sí? — Taeri elevó sus cejas en mi dirección. — Ojalá yo fuera mayor.

Yara siseo.

— Niña, apuntas demasiado alto, y a la nada — Yara adoptó un tono burlón. — Ese chico es de Meiji, desde hace mucho.

Adora soltó una carcajada y yo intenté hacerla callar sin éxito. Sin voltear a revisar si Yoongi había escuchado aquello, le lancé una mirada de amenaza a mis amigas.

— ¿Se pueden callar? Esto no es el puto colegio para que armen el cotilleo en el receso.

— De todas formas, a mí me va más Hoseok, no sé ustedes — Yara se metió una papa frita a la boca, con una sonrisa pícara. — Cuando baila me derrito por dentro.

— Donghyeok no está mal, tampoco.

Las tres miramos a Taeri como si acabáramos de verla escaparse de un manicomio.

— Tú sí estás loca.

Adora no podía aguantar su colorida risa, así que me arrastró con ella. Todavía riendo, mire sobre mi hombro para echarle un último vistazo al chico del otro lado de la sala. Y él también me miró, segundos después. Como si estuviéramos de alguna forma conectados y pudiéramos sentir cuando la otra persona nos ponía los ojos encima.

— ¡Eh, Song! — me llamó alguien de repente, desde la puerta. — Si ya acabaste de hacer tus piruetas y todo eso, ven acá, que te necesito en el estudio.

Bufé instantáneamente, pero me levanté luego de tomar mi mochila del suelo y de despedirme de las chicas de forma breve. Donghyeok seguía de pie en el marco de la puerta de cristal.

— ¿Es que no puedes hacer nada por tu cuenta? Mi horario empieza en — eleve mi muñeca para revisar mi reloj de mano — otros diez minutos.

— Pobre de ti — hizo un falso puchero, — ahora sígueme.

Empezó a caminar por el pasillo y yo apuré mi paso para poder alcanzarlo. Para ello, debía pasar junto a la mesa en donde trabajaban Namjoon y Yoongi. Sin poder evitarlo nuestras miradas se cruzaron y con ello su rostro se iluminó con una sonrisa ladina que casi me hace tropezar.

— ¡Ese juego es peligroso, Mei, muy peligroso! — me gritó Yara mientras salía de la sala, a lo que le levanté mi dedo medio sin girarme a verla.

Solo las escuché reírse a lo lejos.

•••

Pasé la mañana del domingo trabajando sola en el estudio. Luego, fui directo a comer por mi cuenta en un lugar del centro. Desde que cerró el restaurante de comida tradicional al que solíamos ir religiosamente en los tiempos de predebut de los chicos, nos habíamos visto despojados de las sabrosas comidas que nos hacían sentir en casa. Cuándo iba de vuelta a los dormitorios para pasar el resto del día descansando y tal vez escribiendo un poco, mi celular sonó en el interior de mi bolsillo trasero y revisé el número del contacto.

Lian.

— ¿Hola?

— Mei, ¡por fin doy contigo! Llegué a pensar que me estabas evitando.

— Que va — sonreí, llegando a la parada del autobús. — ¿Cómo estás, Li?

Mi relación con la banda se había visto puesto a prueba durante los últimos años, pero la única persona con la que había mantenido un constante contacto era Lian. Aunque tampoco hablábamos mucho de mi vida en la agencia.

— De maravilla. ¿Recuerdas el gato que no me dejaba dormir por las noches? Un vecino lo adoptó y se lo regaló a su madre — me soltó un suspiro. — ¡Soy libre!

— Genial. Las bolsas debajo de los ojos no te quedaban muy bien, la verdad.

— ¿Estás ocupada ahora mismo?

— No, de hecho. Voy camino a casa.

— ¿No quieres venir a pasar el rato?

— ¿Pasar el rato vendría traduciéndose como asistir a una escandalosa fiesta?

— Vendrán muy pocos amigos. Venga, Meiji, no me digas que no. Es por mi cumpleaños.

— Tu cumpleaños es en octubre, Lian.

— Bueno, pues, ¡por mi sola y mera existencia! ¿Vendrás o qué?

Me mordí el labio, pensándolo un poco. El autobús que debía tomar para volver a los dormitorios estaba por detenerse frente a mí, pero antes de que contestara verbalmente, mis pies ya estaban moviéndome por la acera, en dirección contraria.

— Voy para allá.

so far away ☆ myg ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora