Capítulo 6

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ZELDA

—¿Disfrutasteis de las celebraciones anoche, alteza? —me preguntó Impa durante el desayuno.

Aquella mañana, me sentía mejor que nunca. Por una vez, me había despertado la primera, con una sonrisa tonta estampada en la cara, y había salido al exterior para disfrutar de los primeros rayos de sol y de las brumas que traía consigo el amanecer. Me sentía en paz, libre como el viento, y ni siquiera era capaz de explicar por qué.

O quizá sí podía explicarlo, pero el problema era que había demasiadas razones para estar feliz.

Además, aquella noche no había tenido pesadillas. La noche anterior a la celebración en Kakariko había soñado con el Cataclismo otra vez, pero a lo mejor solo era cuestión de esperar. Fuera como fuese, nada podría ensombrecer mi humor aquella mañana.

—Mucho —respondí—. Gracias por todo, Impa. Nunca lo olvidaré. De verdad.

—Y nosotros nunca olvidaremos lo que vos hicisteis por Hyrule —replicó Impa, poniendo su mano sobre la mía.

Sonreí.

—Espero que el Maestro Link también se divirtiera anoche —intervino Pay.

Sentí que las mejillas me ardían al pensar en él. Me había pedido bailar y se había portado como un auténtico caballero conmigo, pese a estar medio ebrio. Y luego me había rodeado con sus brazos fuertes, cálidos y familiares. Y quizá estaba siendo una ilusa, pero en ese momento me había sentido querida. Querida de verdad.

—Estoy segura de que se divirtió mucho anoche. ¿No, alteza?

Resoplé, aunque no pude contener una sonrisa. ¿Impa nos habría visto? Seguro que nos había visto. Habíamos estado toda la noche bailando en un rincón alejado y oscuro, hasta que los pies me empezaron a doler y tuvimos que sentarnos. Y ni siquiera así había podido separarme más de cinco dedos de él.

Escuché pasos de pronto. Link apareció entonces bajo el umbral de las escaleras. Tuve que contener la risa al verlo. Tenía mala cara y el ceño más fruncido que nunca. Su pelo estaba hecho un desastre, aunque me di cuenta de que había vuelto a atárselo como siempre. Al parecer, los esfuerzos de Impa habían sido en vano.

Tomó asiento en el cojín vacío que había a mi lado, sin decir palabra.

—Te daría los buenos días —sonrió Impa—, pero no pareces estar teniendo un buen día exactamente.

Él alzó la vista y le dirigió una larga mirada fulminante a Impa, aunque ella siguió sonriendo.

—¿Te divertiste anoche? —le preguntó la anciana.

Link me miró y yo lo miré a él. Fue muy incómodo, porque enseguida apartó la mirada. Lo imité, por supuesto, pero no pude evitar fijarme en las ojeras que habían aparecido en su rostro.

—Sí —fue lo único que dijo. O, más bien, gruñó.

—Ya veo. Creo que alguien ha pasado una mala noche...

Link frunció el ceño, pero se mantuvo en silencio. Empezamos a hablar de cosas sin importancia, aunque él apenas participó en la conversación. De reojo, vi que mordisqueaba una hogaza de pan.

—¿Solo vas a comer eso? —le pregunté en voz baja, armándome de valor.

Dio un respingo, como si lo hubiera asustado.

—No tengo hambre —murmuró.

Fue mi turno de fruncir el ceño. Eso no era posible. Link siempre tenía hambre. Cuando lo había visto llegar en aquel estado, había supuesto que estaba así por haber bebido la noche anterior. Sin embargo, tenía que haber algo más.

CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora