ZELDA
—¿Se celebra algo en Necluda pronto?
Le dirigí una mirada de advertencia a Link, pero a él no pareció importarle. Últimamente, no le importaba tanto lo que pensaba. Aunque últimamente tampoco lo entendía. Se comportaba de forma extraña, como si tuviera miedo. Como si estuviéramos en medio de un campo de batalla. Empezaba a preocuparme de verdad. Quizá se estaba volviendo loco.
—No es en Necluda —respondió Viasha—. Es solo aquí. Celebramos la llegada de la mejor temporada de pesca.
Link no se lo creía. ¿Por qué era tan difícil de convencer? Debía estar cegado por el odio. Aquella gente era pobre. No tenían nada que esconder. Apenas podían sobrevivir por sí mismos. Necesitaban ayuda, y yo podía dársela.
¿No era eso lo que una reina hacía? ¿Velar por su pueblo? Ellos también formaban parte del pueblo. Incluso una aldea tan pequeña y poco conocida.
—¿De verdad sois hermanos? —pregunté.
—No de sangre —respondió Tadd—. Mi familia la crio como si fuera una hija más.
Tadd era muy joven para ser alcalde. Supuse que no habría nadie mejor en aquella aldea para una posición tan importante. Todos los ancianos que había visto en Onaona sufrían alguna dolencia o enfermedad. Pero Tadd parecía de la edad de Link, quizás unos años mayor.
—¿Y qué hay de vosotros?
Miré a Link, pero supe por su silencio hosco que no iba a responder. Tenía la vista clavada en el mar, en el horizonte.
—Él y yo... vivíamos cerca. Somos viejos amigos.
Viasha sonrió.
—Muy buenos amigos, por lo que veo.
Jugueteé con la arena con nerviosismo y forcé una sonrisa. No me hablaba con Link. Solo habíamos intercambiado palabras en contadas ocasiones. La última había sido aquella mañana, cuando él me había hablado de sus alucinaciones. O pesadillas. No me importaba. Todo lo que sabía era que eso debía ser imposible.
Ninguno dijo nada durante un largo rato. Solo se oía el rugido del mar. Hacía tiempo que no veía el mar. Me habría gustado nadar dentro, pero no quería empeorar el estado de la herida de flecha. Estaba segura de que dejaría cicatriz. Link ya no sería el único con cicatrices marcando su cuerpo.
Link trataba de tranquilizarme diciendo que estaba curándose, pero sabía que no era cierto. A veces veía las vendas manchadas de rojo, pero Link las cambiaba rápidamente. Tardaría en curarse, y tardaría en volver a andar con normalidad. Y eso contando con que la herida no se infectara. Ojalá hubiera un curandero en Onaona. Estaba claro que Link no sabía lo que estaba haciendo.
Lo de la flecha tenía que haber sido un malentendido. Nadie podía estar intentando hacernos daño. Yo no era ninguna amenaza. Y Link tampoco. Temblaba de terror con solo considerar la posibilidad de tener que estar huyendo otra vez. De tener que esconderme cuando llevaba tanto tiempo sintiéndome libre por fin. Después del Cataclismo, todos me habían dicho que estaba a salvo, incluido Link. ¿Por qué ahora tenían que cambiar de opinión? Ahora, cuando por fin lo había aceptado.
Alguien estaba observándome. Miré a mi alrededor, pero no vi a nadie. Link todavía tenía la vista clavada en el horizonte. ¿Serían los miembros del clan Yiga? ¿Habrían entrado allí de alguna forma? El corazón se me detuvo. ¿Y si masacraban la aldea? Ellos no se lo merecían. Era una aldea pequeña en medio de la nada. Solo eso.
Viasha dejó escapar una exclamación ahogada de repente.
—Os iréis pronto, ¿no?
—Mañana —respondió Link.
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Cicatrices
FanficDespués de cien años, Hyrule ha sido liberado del tormento del Cataclismo y atraviesa tiempos de paz. Ahora que la siniestra sombra que rodeaba el castillo ha desaparecido, los hylianos toman la decisión de convertir las llanuras salvajes en algo pa...