Capítulo 48

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ZELDA

Encontramos las ruinas de una aldea tras varios días de viaje.

No recordaba el nombre de la aldea ni quién había vivido allí hacía cien años, y me descubrí pensando que debería poder acordarme. La culpabilidad amenazó con desatarse de nuevo, pero la mano de Link a mi alrededor lo impidió.

—No es culpa tuya —me susurró, y su voz estaba tranquila, tanto que me transmitió calma a mí también. Me pregunté si podría leer mis pensamientos—. Recuérdalo.

—Lo intento —murmuré. Dejé que él sostuviera una parte de mi peso mientras contemplaba los pilares derruidos y los escombros esparcidos por el suelo. Había sido una aldea pequeña, probablemente con poco más de un centenar de habitantes, y en el centro parecía haber existido una diminuta plaza, a juzgar por la estructura—. Lo bueno es que ahora vamos a reconstruirlo.

Él asintió. Parecía incluso entusiasmado ante la idea de reconstruir. Al principio, cuando empezó la reconstrucción, Link había estado casi indiferente, o esa sensación me había dado a mí. Sin embargo, con el tiempo había ido animándose. Supuse que hacerlo partícipe de las reuniones y dejar que trabajara conmigo habían hecho que se emocionara también.

—Cuando acabemos, este lugar será mejor que antes —me dijo con convicción—. Ya lo verás.

Alcé la vista para mirarlo y sonreí.

—Pareces muy seguro.

—Eso es porque lo estoy. —Sonrió también y me besó en los labios. Luego se separó y tiró de mí con cuidado—. Creo que Karud quería hablar contigo.

Dejé que me guiara hasta el campamento. Habíamos acordado instalarlo a unos cuantos pasos de las ruinas para no estorbar a los constructores. Los goron ya tenían sus tiendas montadas, aunque sospechaba que en realidad no las utilizaban. Pero tenían miedo de ofender a alguien si decían que no las necesitaban, así que seguían conservándolas.

El resto estaba todavía organizándolo todo. Tuvimos cuidado de no tropezar con un hyliano y un sheikah que llevaban una tienda. Me alegraba verlos trabajando juntos. Todo el mundo parecía haber alcanzado una tregua, porque había más paz en el campamento. Los zora habían vuelto a mezclarse con los demás y no les importaba tanto la presencia de los sheikah. La mayoría se reunía alrededor de una hoguera cada noche, después de terminar el trabajo. Solía dormirme con el sonido de sus carcajadas y voces animadas en el exterior.

Link todavía tenía un brazo a mi alrededor. Estaba inusualmente afectuoso, en especial aquellos últimos días. Cuando estaba cerca le gustaba tener contacto conmigo de alguna forma. Tomaba mi mano o me cogía del brazo. Me besaba cada vez que veía una oportunidad. Parecía incluso de mejor humor. Me alegraba verlo así después de todo lo que había ocurrido. Y, por las noches... Si ninguno de los dos se dormía antes de terminar el trabajo, solíamos divertirnos juntos.

Y no iba a mentir; no pensaba quejarme por nada de eso. De hecho, me gustaba. Me pregunté si aquello significaría que él estaba cerca de pedirme la mano. Sentía un revoloteo estúpido siempre que consideraba la posibilidad. Pero no quería que Link viera lo obsesionada que estaba con la idea. Probablemente acabaría espantándolo del todo.

Fue difícil encontrar a Karud entre el ajetreo de la multitud. Link lo divisó junto a los carros y me guió en esa dirección, esquivando a la gente que obstaculizaba el camino.

—Este lugar es una maravilla —dijo al vernos—. El terreno y los alrededores son espléndidos.

—Supongo que estarás contento —repliqué, y no podía reprimir la sonrisa.

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