LINK
Por un momento, pareció confusa. Temí haberme explicado mal. Seguro que era culpa mía. Solía pasarme. Y lo había soltado todo muy rápido, casi sin pensar, así que no me sorprendería que no lo hubiera entendido. Fui a disculparme e intentarlo otra vez, pero entonces su expresión cambió de golpe. Frunció el ceño y asintió despacio.
—Es verdad —murmuró—. Tienes razón. Nada de eso me importaría.
—No es que no te importe —aclaré—. Es solo que...
—No —dijo, interrumpiéndome—. Lo entiendo. Ahora lo entiendo.
Su voz sonaba extrañamente vacía. Como si le faltara algo. Agarré su mano, intentando que me mirara.
—Es... es algo más o menos lógico.
—No es más o menos lógico, Link. Es lo lógico. El problema es que yo no me he parado a pensar en los demás.
—Sí lo has hecho, Zelda.
—No —me espetó—. No lo hacía. Si hubiera pensado en lo que mi... el pueblo realmente quiere, no estaríamos teniendo esta conversación. No lo niegues, porque sabes que es verdad.
Era tan idiota que guardé silencio. Quise decir algo más, pero las palabras me evadían. Sabía que Zelda se tomaría mi silencio como una forma de darle la razón. Y, por una vez, no la tenía. No de verdad.
La oí suspirar.
—Por eso te necesito aquí —dijo de pronto—. Tú me ayudas con este tipo de cosas. Tienes otra forma de verlo todo.
—Veo las cosas de la misma forma que tú —repliqué.
Puso los ojos en blanco.
—No quiero discutir contigo ahora. Es demasiado temprano.
—No estábamos discutiendo.
Se acercó y me dio un rápido beso en los labios.
—Gracias —susurró—. Por ayudarme.
—No he hecho nada —mascullé.
Zelda no respondió. Se arrebujó más en mi capa y guardó silencio, pensativa. Hacía frío, pero no pensaba pedirle que me la devolviera. Ella la necesitaba más que yo. Sabía que no le gustaba madrugar; que solía estar de mal humor cuando se despertaba más temprano de lo normal. A mí, por el contrario, ya apenas me importaba. Con el paso del tiempo me había acostumbrado. Había aprendido que no era tan malo. Salvo cuando estábamos en casa y la tenía entre mis brazos. Entonces sí detestaba tener que mover un solo músculo.
Bostezó y apoyó la cabeza sobre mi hombro.
—Que no vayan a reconstruir el castillo ahora no quita que vayan a reconstruirlo en el futuro, ¿verdad? —me preguntó en voz baja.
Me lo pensé un momento. Cuánto me hubiera gustado saber en qué estaba pensando ella y
qué cosas le habrían hecho creer desde niña. ¿La habrían enseñado a gobernar siquiera? Por lo que sabía, el rey había estado demasiado ocupado en que ella dominara el poder sagrado antes del Cataclismo.—No lo sé, Zelda—respondí, y estaba siendo sincero—. No pienses a lo grande, ¿vale? Todavía no. Todavía queda mucho por hacer. Iremos paso a paso.
Ahora era yo quien hablaba como uno de aquellos nobles de alta cuna.
—Paso a paso —repitió en un susurro.
Su humor ya estaría hecho pedazos por el resto del día, y yo no quise seguir empeorándolo. De modo que forcé una risita.
—Puedes montar con Viento y conmigo hoy —dije, moviendo el hombro para despertarla—. No quiero que te caigas del caballo.
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Cicatrices
FanfictionDespués de cien años, Hyrule ha sido liberado del tormento del Cataclismo y atraviesa tiempos de paz. Ahora que la siniestra sombra que rodeaba el castillo ha desaparecido, los hylianos toman la decisión de convertir las llanuras salvajes en algo pa...