Capítulo 4

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ZELDA

«Apenas puedo creer que Pay sea la nieta de Impa. Se parecen mucho, tanto que a veces las confundo. Impa era solo un poco mayor que yo hace cien años. Este tipo de cosas me recuerdan el tiempo que ha pasado desde la última vez que la vi.

Después de pasar varios días (casi dos semanas, según me han dicho) sin apenas salir de la cama, he comenzado a sentirme mejor. Ya no me duele la cabeza ni siento escalofríos aunque me haya tapado con la manta. Las rodillas ya no me tiemblan cuando intento ponerme en pie.

Aun así, Impa todavía no quiere que me aleje mucho de su casa. Yo tampoco lo he intentado. Link me dijo hace unos días que Impa es terrible cuando se enfada.

Pero necesito salir. Me gustaría ver Hyrule y comprobar el daño que ha causado el Cataclismo. Aunque, por otra parte, también tengo miedo de salir de la seguridad de Kakariko. Quiero preguntarle a Link si Hyrule ha cambiado mucho, si hay menos aldeas o si hay más ruinas. Lo he intentado en numerosas ocasiones. Y nunca logro reunir el valor suficiente.

Lo peor de todo es que esas dudas no son lo único que me atormenta por las noches, cuando me quedo sola.

Hemos vencido al Cataclismo, sí, pero ¿a qué precio? Incontables vidas se han perdido en el camino. Anoche apenas pude dormir. Tenía pesadillas. Soñaba con mis fantasmas. Es difícil saber que ya no están. No puedo evitar sentirme culpable.

Quizá, si me hubiera esforzado más, nada de esto habría sucedido. Hyrule seguiría siendo un reino. Mi padre y los elegidos estarían conmigo todavía, y Link no habría tenido que sufrir como lo hizo.

Porque sé que lo ha pasado muy mal. Siento escalofríos solo de pensarlo. No puedo ni imaginar cómo debió ser para él despertar en esa cueva, solo y sin memoria.

Estoy tan feliz de que me recuerde y de que esté a mi lado... No sé qué habría hecho sin él. Eso me recuerda que tengo que hablar con...»

Algo pesado cayó encima de mis hombros. Me sobresalté y estuve a punto de dejar escapar un grito. Vi a Link a mi espalda, con expresión culpable.

—Lo siento —me dijo—. Vi que... que tenías frío y... No quería asustarte.

—No pasa nada —le aseguré. Todavía no me había acostumbrado a sentir frío. A veces tiritaba con la más leve ráfaga de viento. Y tampoco me había acostumbrado a tener compañía otra vez. Llevaba tanto tiempo sola que a veces olvidaba cómo era estar con alguien más.

Me arrebujé en la manta que Link me había dejado, extendiéndola sobre mis hombros. Olía a él. A Hyrule.

—Si quieres que me vaya, puedo...

—No —lo interrumpí—. Quédate aquí conmigo.

Abrió mucho los ojos. Me miraba como si le hubiera hablado en hyliano antiguo. Y yo ni siquiera sabía de dónde había sacado el valor para pedirle que estuviera conmigo.

—No quiero molestar —farfulló al final.

¿Molestar? ¿Cómo iba él a molestar? Había pasado tanto tiempo lejos de él que ya nunca me cansaría de su compañía.

—Tú nunca molestas, Link.

Quizá fue solo un sucio truco de la luz de la luna, pero me pareció que su rostro se iluminaba. Sonreí y le indiqué que tomara asiento sobre la hierba, a mi lado. Él obedeció sin mediar palabra.

CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora