Capítulo 9

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ZELDA

Su reacción fue muy distinta a lo que yo me había imaginado. Se me quedó mirando durante un doloroso instante. La lluvia repiqueteaba contra las ventanas. Era un sonido rápido e impredecible. Quizá en cualquier otra ocasión me habría resultado tranquilizante, pero ahora, mientas esperaba a que él dijera algo, solo lo empeoraba todo.

—¿Qué?

Me armé de valor.

—Tú vivías aquí hace cien años. Con tu familia. Con tus padres.

—¿Cómo lo sabes?

—Tú mismo me trajiste aquí antes del Cataclismo. Querías que conociera a tu familia.

Intenté suavizar el golpe. Lo intenté con todas mis fuerzas, y aun así no fue suficiente. Estaba lejos de ser suficiente.

Si al principio me había costado leer su rostro, ahora no tuve que hacer el más mínimo esfuerzo. El control que él siempre tenía sobre lo que mostraba al exterior se hizo pedazos, y todo afloró de golpe.

Me odié por habérselo contado. Si hubiera mantenido la boca cerrada, quizá ahora estaríamos acurrucándonos junto al fuego, a la espera de que la tormenta amainara.

"Tenía que decírselo. Alguien tenía que decírselo."

Pero ni siquiera eso hizo que me sintiera mejor. Sabía que era necesario; sabía que yo era la única persona viva que lo recordaba. No quedaba nadie más para decírselo. Eso también lo odiaba.

—No —lo escuché murmurar. Echó un rápido vistazo a la casa, aunque al instante clavó la mirada en el fuego otra vez—. Ni siquiera lo recuerdo. No puedo.

—Escúchame —empecé, y me atreví a agarrar sus manos—, no pasa nada. Estoy segura de que...

—No recuerdo a mi madre. No puedo recordarla. —Me miró con los ojos llenos de angustia—. ¿En qué me convierte eso?

Se me encogió el corazón.

—Link... —murmuré, pero lo cierto era que no sabía qué decir. ¿Qué podía decir? ¿Que no se merecía nada de aquello? No serviría de nada decirle eso. No lo ayudaría.

Así que me mantuve en silencio. Él apartó su mano de pronto.

—Háblame de ellos.

—Pero...

—Por favor —me suplicó. Nunca me había suplicado nada.

"Merece saberlo", susurró una vocecita en mi cabeza. "No puedes seguir ocultándoselo."

—Está bien —murmuré. Tomé aire y luego proseguí—. Tu familia y tú vivíais aquí, en Hatelia. Tu padre era caballero. Llegó a ser capitán de la Guardia Real. Decían que era uno de los espadachines más diestros que ha visto Hyrule, y algunos estaban convencidos de que tú seguirías sus pasos. —Y, probablemente, lo habría hecho. Si las cosas hubieran salido de forma distinta, claro estaba—. No sé a qué se dedicaba tu madre, pero ella vivía en Hatelia...

—Era curandera —dijo él de repente, interrumpiéndome. Tenía los ojos clavados en el fuego—. Se encargaba de los enfermos de la aldea. Estudiaba flores y plantas medicinales.

Entonces mis sospechas habían estado en lo cierto. Aquellos libros habían pertenecido a su madre.

—¿Quieres que siga? —le pregunté al darme cuenta de que él ya no hablaba.

Link asintió. Suspiré y cogí su mano de nuevo.

—Link, tu... tu madre... —Tomé aire. ¿Cómo podía decirle aquello?—. Tu madre... Ella murió cuando tú eras muy pequeño. No sé qué edad tenías entonces, pero sí sé que ella murió un año después de... de dar a luz a tu hermana.

CicatricesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora