Capítulo 29

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ZELDA

Impa nos miraba de forma acusatoria. No había ni rastro de sorpresa o desconcierto, sin embargo. Era como si ya lo hubiera sospechado. Porque, probablemente, se lo habíamos puesto muy fácil. Deberíamos haber sido más cuidadosos. Y deberíamos haber cerrado la maldita puerta.

—Iba a preguntaros si queríais más mantas —dijo ella al cabo de un rato, rompiendo el silencio—. Hace frío por las noches.

Utilizaba aquel tono severo que podía aterrorizar a cualquiera. Miré a Link, pero estaba claro que él no pensaba decir una palabra.

—No hace falta —conseguí decir.

Impa entornó los ojos y su rostro se arrugó aún más.

—Eso está muy claro.

Aparté la mirada, avergonzada, y me pregunté cuánto habría visto. Se había enterado de lo suficiente para sacar sus propias conclusiones. Y, al parecer, eran acertadas.

—Que durmáis bien —dijo, y luego cerró la puerta con más fuerza de la necesaria.

Me aparté de Link al instante. Tomé asiento en el borde de la cama, lejos de él. Link tampoco hizo ningún ademán de acercarse a mí. Estaba intentando arreglarme el pelo enmarañado —por culpa de Link, por supuesto— cuando él estalló en carcajadas.

—Va a matarme —rio—. Te lo dije.

—No sé qué te hace tanta gracia —siseé.

Eso solo lo hizo reír aún más.

—Al menos así no tendremos que explicar nada.

—Oh, sí que vamos a explicarle algunas cosas.

—¿Para qué? Yo creo que ya le ha quedado muy claro...

—No —dije, interrumpiéndolo—. vas a explicárselo todo.

Dejó de reírse por fin.

—¿Por qué yo?

—Porque eres un cobarde.

Soltó un largo suspiro. Lo miré a los ojos, y supe que estaba buscando alguna excusa.

—¿Qué quieres que le explique?

Se me escapó una carcajada, aunque lo último que sentía en aquel momento era diversión.

—Lo mucho que me queréis, ser Link.

Él no dijo nada más durante toda la noche.

Al día siguiente, lo obligué a salir de la cama muy temprano. Link protestó, pero acabé arrastrándolo conmigo escaleras abajo. Tenía la carta para Karud doblada entre las manos. No sabía cuándo partiría el grupo de exploradores de Impa exactamente, pero quizás así ella vería que, al menos, estaba preparada.

Impa nos dio los buenos días con tono rígido y nos sirvió una taza de té a cada uno. Tomé un sorbito con cuidado y miré a Link. Él seguía en silencio. Pero no iba a ser yo quien hablara primero. No en esa ocasión.

Impa bebió de su té y luego dejó la taza cuidadosamente en el suelo, junto a los cojines. Solo alzó la vista cuando Link carraspeó.

—¿Impa?

—¿Sí?

—La quiero. A Zelda.

Estuve a punto de escupir todo el té que había tomado. No hablaba en serio cuando le dije que le contara a Impa lo mucho que me quería. Eso no era importante, en realidad. Solo había querido que fuera Link quien diera las explicaciones complejas, por una vez. Y castigarlo por no haber cerrado la puerta después de regresar la noche anterior.

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