Capítulo 12

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ZELDA

Aproveché que Link estaba distraído con las bolsas de viaje para escabullirme de casa con sigilo

Tampoco iba a hacer nada malo. Pero mi siquiera había hablado de mis planes con él. Habíamos estado demasiado ocupados besándonos y susurrándonos estupideces al oído. Y no iba a explicárselo todo justo antes de partir, cuando todavía estaba amaneciendo y aún no estaba del todo preparado. Le parecería ridículo o no lo entendería.

Crucé el puente, cubierta por la capucha. No serviría de mucho si Link me pillaba, pero al menos lo habría intentado.

Karud había dicho que vivía cerca. Había un grupo de casas justo al otro lado del puente. Tenían un aspecto distinto al resto de construcciones de la aldea. Eran más nuevas. Más modernas. Me pregunté si aquel sería el futuro de Hyrule. Si las aldeas que levantáramos tendrían ese aspecto. No estaba mal, aunque me haría falta acostumbrarme.

Solo de una de las casas salía el débil rastro de humo de la chimenea. Decidí probar suerte en aquella. Y las Diosas debían estar sonriéndome aquel día, porque no me equivoqué. Lo consideré una buena señal. Tal vez estaba haciendo lo correcto, después de todo.

Karud apareció bajo el umbral con cara de pocos amigos. Pareció sorprendido al verme.

—¿Qué haces aquí tan temprano, niña?

Me obligué a sostenerle la mirada. Tendría que haber ido con Link. Él siempre me hacía sentir más valiente.

—He estado pensando en lo que nos dijiste ayer. Y creo que puedo ayudar. Yo...

Suspiró de pronto.

—Puedes ayudarnos uniéndote al resto de constructores.

—¿Cuántos sois?

Se detuvo un instante. Lo vi vacilar.

—No llegamos a una docena —murmuró por fin.

Fue un golpe más, no iba a negarlo. Aunque no era del todo malo. Eso significaba que, probablemente, aceptaría mis ideas.

—Eso no es suficiente para reconstruir un lugar tan grande. Necesitáis más gente.

—¿Crees que no lo sé, niña? Probablemente lo sé mucho mejor que tú.

Ignoré su tono hiriente.

—Podría ayudarte a conseguir más gente.

—¿Una jovencita como tú? —rio—. ¿Cómo?

—Voy a viajar por todo Hyrule. Podría hablar de vosotros. Tengo gran influencia en los líderes de las demás razas.

Lo último era una verdad a medias, pero Karud no tenía por qué saberlo.

—Ese truco no va a funcionar conmigo, niña.

—Bueno, supongo que sí te crees lo de nuestro viaje, ¿verdad?

—Eso sí me lo creo —replicó—. Pero es imposible que alguien tan joven como tú tenga influencia en los líderes de las demás razas. Ni siquiera creo que los conozcas.

En eso tenía razón. No sabía ni sus nombres.

—Mi padre fue un hombre muy... importante.

—¿Y quién es tu padre, si puede saberse?

Lo miré a los ojos. No debería haber dicho eso. Ahora no tenía escapatoria.

—Da igual —murmuré—. No sabrías de quién hablo.

—Entonces no fue tan importante.

Aquello me hizo daño, no iba a negarlo. Pero no pensaba mostrárselo. De modo que tomé aire y alcé la vista de nuevo, intentando parecer indiferente. Tenía experiencia en eso, por suerte.

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