Capítulo 28

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ZELDA

—¿Los zora te han dado el apoyo también?

Impa parecía incrédula. No quise darle importancia. A fin de cuentas, ni siquiera yo misma había creído en aquella causa hasta que las cosas empezaron a funcionar de verdad.

—A mí también me cuesta creerlo a veces.

—¿Quién gobierna ahora? ¿El hijo del rey?

Impa se había enterado de la muerte del rey Dorphan varias semanas después de que sucediera. Me di cuenta entonces de la poca comunicación que existía en Hyrule. Cien años atrás, hasta el mendigo más pobre de la Ciudadela se habría enterado en un máximo de dos días.

—El príncipe Sidon.

—Los zora viven muchos años. Demasiados, en mi opinión. Y lo peor es que nunca olvidan nada.

Sonreí a medias.

—El príncipe Sidon es joven, para ser un zora. Aún no es tan rencoroso como los demás.

—Esperemos que dure un poco más. Si no, será difícil que esto funcione.

Suspiré, aunque sabía que tenía razón. Los zora podían aportar materiales valiosos. No tanto como los goron, por supuesto. Pero lo que sí tenían en abundancia eran rupias.

—¿Sabes algo de la reconstrucción? El jefe de Construcciones Karud me dijo que empezaría por su cuenta, pero no he visto nada.

—He oído que hay gente en la Meseta de los Albores.

—¿La Meseta de los Albores? —repetí, perpleja—. Eso es imposible. Link dice que las escaleras están en ruinas. ¿Cómo han llegado ahí?

—Sé lo mismo que tú, me temo —suspiró Impa—. También dicen que tienen un campamento en alguna parte de la Llanura de Hyrule. Son pocos, pero dicen estar reconstruyendo una aldea.

—No lo conseguirán —murmuré—. No tienen los recursos necesarios.

—Puedes intentar mandarle una carta a ese Karud —sugirió ella—. Tendría que mandar más exploradores, pero estoy segura de que lo encontrarían.

Lo pensé por un momento. Esperaba que Karud no se hubiera olvidado de nuestro acuerdo. Aunque, si lo había hecho, confiaba en que una simple carta se lo recordaría.

—Sí —asentí despacio—. Es una buena idea.

—Hablaré con los guardias mañana.

Asentí de nuevo y le di las gracias a Impa. Se me escapó un suspiro, y sentí que Link se removía en mi regazo. No había aguantado mucho tiempo despierto después de haberse tomado la sopa caliente. Me había costado que me hiciera caso, pero al final se había rendido. Aunque apenas podía moverme, porque él reaccionaba ante el más mínimo roce. Le acaricié el pelo como sabía que le gustaba, hasta que dejó de revolverse.

Cuando alcé la vista de nuevo, descubrí que Impa me observaba de forma extraña. Recordé que ella no sabía nada de lo que habíamos estado haciendo. Y tenía que hablar con Link antes de contárselo.

—¿Qué?

—Nada —respondió—. ¿Cómo ha estado?

—Bien. Muy bien, creo. La pérdida de memoria ya no es tan grave. Creo que lo recuerda todo. O, al menos, casi todo. Lo he ayudado en todo lo que he podido.

—¿Cómo se ha portado?

—Como un caballero. ¿Lo ves capaz de algo más?

Ella se encogió de hombros con una sonrisa.

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