ZELDA
Me miraban como si estuviera loca. Y empezaba a pensar que, en el fondo, lo estaba. Que había arrastrado mi locura por todo Hyrule. Pero, si el resto había comprendido lo que queríamos hacer, tampoco podía haber perdido la cordura.
El alcalde de Hatelia se había detenido frente a las tiendas y les había dicho a varios habitantes de la aldea que pasaban por allí por casualidad que se detuvieran a escuchar. Y ellos habían parecido extrañados —seguramente no estarían acostumbrados a que el alcalde diera órdenes—, pero se habían quedado allí. Y luego la multitud había atraído a más multitud, y así hasta que la calle estuvo prácticamente atestada.
Cuando empecé a hablar de la reconstrucción, algunos resoplaron, hicieron muecas de aburrimiento y se marcharon. Traté de seguir, pero la voz me tembló. Un poco. Supuse que fue casi imperceptible. Pero Link se había dado cuenta y había cogido mi mano, y di gracias por tenerlo a mi lado en aquel momento.
—No estamos obligándoos a nada —dije. Lo estaba haciendo sorprendentemente bien para ser la primera vez que hablaba delante de tanta gente desde hacía un siglo—. Solo pedimos ayuda. Es vuestro hogar el que va a ser reconstruido, al fin y al cabo.
Algunos susurraron entre ellos, aunque la mayoría se mantuvo en silencio.
—¿Y quién cuidará de mis tierras mientras yo no esté? —dijo un hombre por encima del murmullo.
Miré a Link, pero su expresión no me dijo nada.
—Supongo que siempre podremos encontrar otra solución a ese...
—¡No se me ha perdido nada en las afueras de la aldea! —exclamó alguien.
Otros asintieron y, pronto, hubo un escándalo en las calles de la aldea. El alcalde me dirigió una mirada que gritaba te lo dije, aunque no hizo nada por calmar al pueblo. A su pueblo. Él era quien poseía el deber de cuidarlos. De cierta forma extraña, había ocupado el puesto de mi padre. Y no podían ser más diferentes el uno del otro.
—Zelda... —empezó Link en un susurro, pero di media vuelta para mirarlo.
—No pasa nada —dije, sonriendo.
Él no pareció muy convencido. Podía comprender por qué, después de todo lo que había ocurrido durante el último año, pero de verdad era diferente en aquella ocasión. Sentía que había aprendido. No tenía nada de lo que preocuparme; teníamos apoyo, y la compañía de construcciones era hyliana. Y estaba segura de que, con el tiempo, cuando reconstruyéramos y se corriera la voz, cambiarían de opinión.
Me aclaré la garganta con fuerza. Mi padre solía hacerlo cuando se reunía con su consejo y no estaban de acuerdo en algo. Habían dejado que presenciara algunas de esas reuniones. Cuando el rey carraspeaba, todos callaban de golpe para escuchar lo que tenía que decir. De niña recordaba haber pensado que era incluso magia.
—No he venido a obligaros a uniros a nosotros —dije muy despacio. Había perdido la cuenta de las veces que lo había repetido—. Solo vengo buscando apoyo. Si nadie desea apoyarnos, no os culparemos por ello. Es comprensible.
Escuché más murmullos, y eso me irritó ligeramente. Me pregunté cuántas veces tendría que repetirlo para que lo comprendieran. Después de un silencio tenso, intervine de nuevo.
—¿Hay alguna pregunta más?
Nadie habló. Había explicado nuestros planes al detalle, así que no había mucho que aclarar, de todas formas. Confiaba en no haber olvidado nada mientras hablaba.
Al cabo de unos instantes, sonreí y me despedí con toda la amabilidad que fui capaz de reunir, aunque muy pocos me la devolvieron. Tiré de la mano de Link y me acerqué al alcalde. Le di las gracias por habernos dejado hablar con su pueblo y él masculló algo que no pude entender a modo de respuesta. Lo más probable era que se olvidara de nosotros al día siguiente.
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Cicatrices
FanfictionDespués de cien años, Hyrule ha sido liberado del tormento del Cataclismo y atraviesa tiempos de paz. Ahora que la siniestra sombra que rodeaba el castillo ha desaparecido, los hylianos toman la decisión de convertir las llanuras salvajes en algo pa...