Capítulo 16

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Decepción 2

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Decepción 2.

Adrein Walk.

Las palabras se atascan en mi garganta y no me permito reprender a la mujer la cual se deja agarrar libremente la cintura por el maldito del rubio. La llama de la ira cobra vida en mi interior y recuerdo cuando le dije sobre la exclusividad, cosa que valoro en los tipos de relaciones sexuales que no establezco con cualquier persona.

«¡Odio la maldita desobediencia, carajo!», replico en mi mente, tras los pensamientos que no dejan de avasallar mi mente. Unas pequeñas condiciones que le exijo y no las obedece... Es mía, ya lo dije, jodidamente mía y eso ella no lo va a cambiar fácilmente a menos que me de un "no" el cual se escuche sumamente sincero.

Maldita sea. Ella es el descaro hecha en mujer, no respeta el que la esté viendo y no reacciona pero se deja besar como si tuviera justificación. El disgusto sigue, más intenso que antes y encuentro la necesidad de querer tenerla solo para mí, ir al fin del mundo y atarla a una cama para recordarle que solo le gusto yo mientras le incrusto mi pene en la pequeña vagina que se hincha cada vez que la toco.

La rabia se incrementa y soy muy expresivo como para que ella no tome en cuenta lo que estoy sintiendo en estos momentos. Los pensamientos de mi humanidad me atacan y decido darle una última mirada a ella, a la ojos mieles que no dejan de besar.

Por más que no haya sido consentido, no lo alejó, no reaccionó, y aún no lo separa, cosa que me demuestra lo que realmente siente. Ni estando a pocos metros de ella decide separarse del rubio. Siento... ¿siento?, no, por supuesto que no siento nada. Todo es mental, realmente no siento esas malditas emociones nefastas. La impulsividad cobra vida y... ¿Lo asesino?, no, no haré eso.

Matteo solo había sido un peón y no soy capaz de matar a un inocente.

Por supuesto que no soy capaz de asesinarlo.

Me giro sin pensarlo, ya estoy cansado de verlos, el disgusto se sube por mi garganta y no pienso en ello, simplemente llego a mi oficina y al apenas estar en ella me siento en mi silla de cuero, la cual se echa un poco hacia atrás con mi peso.

Se siente horrible querer tenerla, querer que sus ojos se fijen puro en mí. Suena egoísta pensar de esa manera pero ella es... No sé, me gusta, realmente me gusta... Debo alejarla, es mi última decisión, tengo que romper este lazo por su bien y por el mío. Ambos somos peligrosos, manipuladores, ingeniosos, inteligentes. Sabemos leernos con solo mirarnos y como lo deduje la puerta se abre dándole paso a Stefany.

—No hables —La silencio poniendo mi dedo en mi boca indicando que se calle antes de que pueda decir algo—. No necesito explicaciones.

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