Capítulo 24

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Tercera Etapa: Violencia.

El infierno de Stefany Renaldy.

Stefany Renaldy.

Abrazo su cuerpo con tanta fuerza que siento que puedo romperle las costillas pese a sentirme como un palillo chino; fácil de quebrar. Dios, está aquí, su sonrisa tan impactante para mi pobre sistema que decide no colapsar justo ahora.

Me contempla con tanto aprecio que lo mucho que me extrañó se refleja en el azul eléctrico de sus ojos.

Me levanté hace más de una hora del mueble, donde no dormía tranquilamente, debido a que los oídos me martilleaban con los gritos de los hermanos Walk, que al parecer lucían lo suficientemente enojados al hablarse.

Aquí iban las peleas de nuevo, pero no estaba en condiciones de centrarme en eso cuando Adriel estaba aquí.

—Te extrañé mucho —Presiona sus labios en mi mejilla, después pasa a la otra y de un momento a otro ya estoy bañada en los besos que esparce por todo mi rostro.

—La vas a lastimar, idiota —Gruñe Adrein de pronto y me toma del brazo, quitándome de lado de Adriel.

—Guarda esa garras, Adrein. No te la voy a robar como para que pongas esas excusas de que mis besos la van a lastimar.

Adrein emite un sonido molesto desde su boca; una combinación de quejido más gruñido.

—Ya conoces la puerta, hermanito —Lo anima Adrein y le dedico una mirada mortal, que ignora olímpicamente—. No quiero que le pegues las garrapatas a mi mujer.

—Oh, dios, ya le pusiste un título —El rostro de Adriel se ilumina con felicidad, después aplaude con falsedad—. ¿Para cuando el trío?

Toso sosteniendo mi pecho al escuchar su pregunta, la cual me ahoga en cierto punto al pasar saliva de esa manera que solo hacia cuando me sentía expuesta.

—¿Qué dijiste? —Brama Adrein, molesto, iracundo, furioso, ya no se que más puedo decir de las expresiones faciales que hace.

—Dije, querido sordo mío, que para cuando el trío —Una sonrisa peligrosa y atractiva surca sus labios—. De ustedes, y dios, por supuesto, cuando vayan a la iglesia y digan el amor que...

Suelto un suspiro, aliviada. Adrein, por otro lado, lo aniquila con los ojos sin creerle.

—Muy cabronsito tú.

Adriel se encoge de hombros, con tanta suficiencia que parece que no le afecta nada.

—Ya sabes, soy un desgraciado —Le responde agarrando un vaso de whisky para llevarselo a los labios, con esas atractivas comisuras alzadas, llenas de travesura con la sonrisa que muestra.

—Adriel...

Los detengo, ya no quiero seguir con esta conversación infantil.

—Ya ¿si?, me siento mal ¿entienden? —Les pregunto a ambos—. No hagan ese tipo de escenas...

—¿Cenamos? —Cuestionan ambos, justo al mismo tiempo.

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