Capítulo 32

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En otra vida capaz hubiera sido diferente...

Stefany Renaldy.

Uno...

Dos...

Tres...

El sonido de bala ataca mis tímpanos que pierdo la fuerza de mi audición, caigo al suelo cuando me aturdo y con pocas fuerzas me recompongo.

Suelto un grito que los pone a retroceder cuando ataco de forma mental a cualquiera que aparezca.

1...

10...

100...

Los cuerpos quedan a mi alrededor y la sangre se concentra en mis manos, todos mis músculos se contraen y siento como me debilitan con cada susurro.

¡Stefany!

No escucho, no veo, no estoy consciente de nada a mí alrededor.

Pierdo vitalidad cuando otro impacto sonoro ataca el lugar y es la bala que atraviesa mi corazón...

No puedo respirar.

Mi cuerpo se debilita.

Toda mi sangre se derrama.

Veo esos ojos azules y verdes que me apoyan pero ya en ese entonces...

Me sobresalto en la cama al abrir los ojos y darme cuenta de como mi pecho está agitado por tal sueño escalofriante. Por instinto reviso mi alrededor y me doy cuenta que dormí con los dos hermanos Walk. Abren los ojos poco a poco y Adrein me pregunta si estoy bien a la vez que Adriel esboza una sonrisa coqueta.

—Buenos días, delincuente.

La cabeza me palpita presa en dolor y Adrein se apresura a buscarme un vaso de agua mientras intento hacer el esfuerzo por recordar que demonios bebí, o que demonios hice. En un movimiento para poder estirarme se me hace imposible ya que mi cuerpo está débil. Me miro en el espejo de la habitación y...

Soy un desastre.

No, un desastre es poco para lo que soy.

—Era cogerme no atropellar todo mi cuerpo —Le comenté a Adriel mientras iba a cepillarme los dientes.

—Eso fue mínimo. Follar con un vampiro conlleva muchas cosas Stefany, agradece que fui gentil y suave —Pronuncia dejándome con una mueca asombrada.

—¿Suave?, ¿¡Dijiste suave!? —Alzo las cejas, impactada—. Dios, si eso es suave no quiero saber lo que es duro.

Intento caminar derecha pero las arcadas de dolor vienen como un impacto de de y el ardor que siento en mi intimidad me pone a recostarme otra vez después de lograr cepillar mis dientes un poco.

—¿Estás bien? —Inquiere Adriel.

—¿Me veo bien?

—Bebe —Me pasa su muñeca y niego pero insiste en que la muerda y eso hago dándole paso al sabor metálico que se cuela en mi boca. Trago, y limpia mi labio inferior a la vez que toma mi cuello con una mano.

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