Capítulo 37

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Meses, cárcel, e información...

Stefany Renaldy.

Mi piel hervía ante el deseo de destruirlo todo, ante la desesperación y las emociones que intentaba buscar, o en la empatía que no aparecía. Estaba dispuesta a acabar con todo lo que me mortificaba. Habían unos malditos ojos verdes, oscuros como la noche, un contraste claro y oscuro que me tenían temblando de rabia. La rabia me carcome, pero había algo, un disgusto al pensar el daño que podría causarle como si fuera lo suficientemente importante. Entonces, el mafioso puso su mejor sonrisa, había maldad en ella e incluso algo oscuro que decía a gritos que ocultaba una jugada maestra.

<El lo sabía. Sabía dónde estaba y no le dio las coordenadas a Adriel>.

El recuerdo de saber que fui una rata, un arma para ellos, una esclava para el maldito mafioso me pone la saliva amarga con esa mirada. Ya no encuentro piedad, pero ya no hay dolor...ya no duele nada, solo hay ganas de acabar con todo.

—¡Pelea con él!, ¡y así te doy más segundos para que veas a tu hermana morir! —Grita Massimo.

—¡No! —Objeta mi hermana con un grito que desgarra a cualquiera. Patalea estando en la alcoba y las personas que tiene detrás la agarran de los brazos, llevándola más cerca a lo que sería su fin. Agarra su vientre y empieza a chillar, sin dejar de moverse—. ¿¡Que quieres con esta maldita familia!?.

—Divertirme —Responde tranquilo—.
Eso quiero.

—Suéltala —Pido calmada.

—Adelante Stefany. Empieza tu manipulación y ponme de rodillas si quieres —Suelta una risa irónica—. Veamos quien tiene mejor su jugada.

Lo manipulo mentalmente y le demando que acate la orden del soltar a mi hermana y su sonrisa se ensancha, peligrosa y segura.

—¡Suéltala! —Vuelvo a repetir y antes de avanzar hacia él, Adriel toma de mi brazo, negando con la cabeza al ver lo que quiero hacer. Me deshago de su agarre, totalmente eufórica que no reconozco nada de la nueva sensación que recorre mis venas.

—¿Me crees tan estúpido?. El tener una mujer poderosa conlleva inteligencia y tú no eres la excepción. Soy muy bueno creando y tú sangre me ha ayudado a ser inmune a tu propia manipulación. Así que dime, ¿charlamos, peleamos o vemos como se desangra tu hermana al tirarla?.

—¡Entonces pelea conmigo!, ¡Has lo que te plazca, pero déjala!. —Grité.

—Sabes lo que quiero, Renaldy.

Comparto miradas con Adriel y me lamento por lo que voy a hacerle, ya que su corazón es muy noble, y me protege pensando que soy débil.

—Quédate aquí —Lo manipulo—. No quiero tenerte cerca, y tampoco quiero que sufras con lo que haré.

—Stefany...

—No —Lo callo caminando hacia Adrein—. Está bien. Yo estoy bien.

Las otras personas se vuelven un estorbo y en vez de estar arrodillados a mi alrededor solo les quito vitalidad, poniéndolos en un sueño del cual no creo que despierten. Davina aparece, detrás de Massimo al igual que Matteo. Son cuatro personas, llenas de poderío que cuesta asimilar, pero es así. Después, se les une Lucas. Ahora son cinco.

Lucas aún luce débil, debieron mantenerlo lejos en su recuperación pero se endereza al verme, al igual que la pelirroja y el rubio.

Los ojos verdes de Adrein me ven, pero ya no hay vuelta atrás.

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