Capítulo 5: Peligro

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Capítulo 5: Peligro

Aléjate, que el juego del deseo esta que arde,

Y si te acercas ya no podría dejarte.

Aléjate, me acaba la intención de ser cobarde,

Aléjate, que ciertas ataduras prohiben nuestro encuentro.

(Peligro) Yuridia.

—Esto no va a seguir pasando Ada— le dijo Ramses acercándose al espejo de la habitación como si buscara recomponerse.— no vas a ser salvada por la campana siempre. —Se acercó a ella pero no la tocó solo tomó la caja de pastillas.— si te encargas de tener un varón que pueda restregarle en la cara a tu senil padre pronto, dejaré pasar esto— señalo agitando las pastillas frente a ella.

Él miró en dirección a su cuello antes de decir.

—Será mejor que cubras eso.

Finalmente él dejó la habitación y Ada pudo respirar sola por un momento. Al acercare al espejo pudo ver su cuello y las marcas de dedos que Ramses dejó en su cuello.

Abrió el cajón del tocador y sacó el maquillaje de alta cobertura que había comprado al tercer día de vivir con su esposo. Las manos le temblaron mientras sostenía el envase de vidrio en sus manos. La necesidad de cubrir los moretones otra vez la estaba consumiendo, no le importaban las heridas físicas, eran la herida a su ego y su calidad humana lo que mas le dolía.

Lanzó la maquillaje contra el suelo que rebotó sin que el vidrió se rompiera. Respiró hondo obligándose a recobrar la compostura y se obligó a recoger el maquillaje.

Y la presencia de Azael en su casa solo la hacía sentir peor, su hermano de alguna forma siempre era capaz de mirar la verdad a travez de sus ojos. Desde que su madre había muerto se había vuelto demasiado protector con ella, pero aún así fue incapaz de ver lo que su padre hacía a sus espaldas.

Pero si Azael se llegaba a enterar de lo que Ramses hacía, él...

Simplemente lo arruinaría todo.

Abrió el maquillaje y comenzó a cubrir la piel de su cuello.

Entró a la sala y por algún motivo la conversación de los hombres se detuvo con su llegada. Azael se levantó de golpe al verla y caminó con pasos largos hasta ella.

Le tomó los brazos y la escaneó completa.

—¿Cómo estas?— preguntó. Ada pudo sentir la atención de Ramses sobre ella.

Ada se obligó a formar una cortes sonrisa y miró a su hermano a los ojos al decir.

—Cansada, Azael. Honestamente tu visita es un poco inoportuna.— habló con voz calmada y distante.

Azael se tensó al escucharla.

—No te he visto desde tu boda.— dijo él poniendo sobre su rostro esa mascara de frialdad que Ada conocía bien.

—Lo se, pero una llamada habría bastado— dijo ella soltándose sutilmente y yendo a sentarse junto a su esposo pero al otro lado del sillón dejando tanto espacio entre ellos que una persona cabría entre ellos sin problema. Azael se quedó en el mismo lugar un momento antes de caminar tras ella y sentarse en el sillón frente a ellos.

Ramses se deslizó en el sillón y puso una mano sobre la pierna de Ada antes de decir:

—Siento que he acaparado a Ada solo para mi, es por eso que no ha podido llamarte, me disculpo— dijo Ramses sonriendo y acariciando su rodilla mientras hacía la perfecta actuación de un esposo enamorado.

Ada WalkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora