Primera llamada

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Capítulo 47: Primera llamada

Enya se sorprendió al ver a la persona tras su puerta.

—¿Puedo pasar?— preguntó con suavidad.

Ella asintió.

Ada entró quitándose el abrigo cuando la calefacción de la casa la envolvió.

—¿Quieres darme tu abrigo?— preguntó Enya rápidamente. Ada negó con la cabeza.

—Estoy bien.— respondió— tienes un lindo lugar aquí.— Dijo admirando la casa.

—Dante lo consiguió.

Era un lugar amplio, sillones anchos donde podrías dormir perfectamente estaban frente a una chimenea simulada en un televisor. Junto a la sala había una pequeña mesa que hacia de comedor, al fondo había una puerta con la que parecía la entrada a la cocina. Unas escaleras de caracol de cristal daban el inicio al segundo piso.

—Se nota— admitió con humor.

Notó entonces que la chica parecía incomoda y confundida con su presencia por lo que se apresuró a explicarse.

—Dante me lo dijo.

Enya tardó en comprender sus palabras.

—¿Qué cosa?

—Qué eres mi hermana.

Enya se quedó sin palabras. Después de un silencio prolongado Enya abrió la boca para decir algo pero un llanto repentino las interrumpió.

—Disculpa, tengo que...

—Lo entiendo. Los pequeños pueden ser muy laboriosos especialmente en sus primeros meses.— dijo Ada sintiendo una punzada en el estomago. Se llevó inconscientemente una mano al vientre.— crees que pueda conocerlo.

Enya pareció dudosa ante su pedido mientras los llantos del bebe seguían llenando la sala.

—Claro— dijo finalmente y Ada la siguió.

Entraron a un bonito cuarto con pocos muebles cuya decoración principal era la preciosa cuna con decoración antigua de encaje en el centro de la habitación.

Enya tomó al bebe que lloraba en brazos arrullándolos hasta que este se fue calmando poco a poco.

—¿Tuviste una pesadilla, mi amor?— le preguntó al bebe conforme este iba volviendo a cerrar sus ojos.

Finalmente se acercó con él hasta Ada que esperaba pacientemente en la puerta.

—¿Quieres cargarlo?— preguntó.

Ada asintió sin ocultar su emoción.

Enya lo puso en sus manos y Ada se acomodó al bebe en sus brazos con sorprendente destreza.

Los ojitos del bebe se habían cerrado y este ya dormía profundamente.

Una profunda tristeza la invadió.

Le habían arrebatado todo eso, la oportunidad de tener a su hijo en brazos, de calmarlo, de abrazarlo, de hacerlo feliz.

Jamás se los perdonaría.

—¿Cómo se llama?

Enya sonrió son tristeza ante su pregunta.

—Aún no tiene nombre.

Ada pareció sorprendida.

—¿No le has puesto un nombre?

—Quiero que su padre lo elija.

Ada pareció pensarlo un momento.

—¿Caín?...

Enya asintió.

Ada WalkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora