53. AL FILO DEL ABISMO

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Bianca

Sus palabras hacen tanto eco en mi interior que por un momento me paralizo. No respiro,veo todo en cámara lenta: el rostro de La Gata deformarse por impacto, el balazo que no salió de sus manos sino de las de Adrian, impactandole en los pulmones a punto de paralizarla.

Mi cuerpo se congela a la par que empiezan a doblegarse. Caigo de rodillas cuando las sirenas de policías se escuchan, obligando a sus cómplices a huir, pero son detenidos y lo demás me parece un vago estruendo hacia el negro.

Cierro los ojos, no sé cuánto tiempo pasa, los vuelvo a abrir y pronto estoy siendo atendida por paramédicos.

—Señorita ¿Está bien?—una voz que se escucha lejos. Me ponen suero, verifican mi pulso y luego un mareo arremete en mi cabeza—. Está en shock ¿Puede escucharme?

—Sí...—digo, sintiendo que todo me da vueltas.

Mi hermana... ¿Dijo que era mi hermana?

Una lágrima cae de mis ojos por ira y pronto todo empieza a cobrar sentido; Lion diciendo que los Simone escondían secretos que nunca iba a saber, esa mujer me odió desde un inicio cuya razón no supe ver, pero ¿Cómo no pude sospecharlo?

Padre solía hablar de una pequeña sirvienta, una "rata" que debía desaparecer y fue brillante su engaño. Niego la cabeza por lo estúpida que me siento, el hecho de pensar que Cyra estuvo tan cerca a su hija, que se murió sin saberlo y yo...tengo una hermana.

—Señorita...¿Le duele algo?—vuelvo a la realidad. Un paramédico me atiende y solo pienso en...

—Adrian...—siseo— ¡Dónde está Adrian! Necesito verlo.

—Hubo una balacera, pero usted está bien. Solo fue el shock el que la puso así. En la otra ambulancia están atendiendo a los sobrevivientes.

—¿Sobrevivientes?

Me mira perpleja y le ruego con la mirada que siga.

—Otro auto se llevó cadáveres que estaban tirados en el suelo. Calma.

La desesperación carcome mi pecho, lucho con las enfermeras para que me suelten y...

—¡Bianca!

—Oh dios...—me levanto para abrazarlo.

Su mirada dura es la misma, sus ojos fríos los de siempre.

—¿Estás bien?—pregunta.

—Ahora estoy bien—solo digo mientras noto que su mano sangra al igual que la mía.

—¡Se lastimó por jalar el suero!—se queja la enfermera y aunque intenta separame no puede.

—Soy médico, me quedaré con ella—Adrian miente con tal  soltura que las enfermeras terminan creyendo.

—Pero doctor, necesitamos llevarlos al hospital. Su hombro...

—No hará falta. Solo fue un roce. Retírense.

Los paramédicos se van mientras cura mi mano ensangrentada por el suero. Me lo quita de golpe y maldigo el pinchazo. Cubre mi mano con un esparadrapo y luego me mira.

—¿Qué pasó con La Gata?—pregunto, ansiosa—¿Le disparaste? ¿Murió?

—Según el forense se llevaron el cuerpo de una mujer mayor muerta. Es casi imposible sobrevivir a una herida de bala en el pulmón de la magnitud con la que disparé.

—Pero...

—Tenemos que irnos ahora. No hay tiempo que perder, la policía ha empezado a sospechar.

Peligrosa Atracción [1] YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora