16. INESPERADO

188K 12.5K 12.7K
                                    



Lo difícil no es decir adiós, lo difícil es aprender a no volver.


Adrian

Caos, es lo que últimamente proyecto en mi cabeza.

Reniego de estar aquí en este maldito momento. Reniego de la ira que me carcome impulsivamente. Reniego de la imagen que tengo día y noche: su culo rebotando en mi cintura, porque no puedo sacármela de la cabeza.

—Ahora—digo por mi auricular mientras la tomo del brazo contra mí aunque no quiera—. Cortesía de la casa Simone para sus traidores, que en paz descansen.

Los soldatis aparecen apuntándolos y me basta segundos salir con ella al hombro antes que inicie la balacera masiva.

Uno, dos...muerte. Mis oídos escuchan las miles de balas tronando en el cuerpo de los traidores mientras los gritos acunan nuestra huída. La liberación se siente como una corrida reprimida, el olor a gasolina me lo disfruto al igual que la destrucción cuando explotan la casa y miles de partículas de cemento se alzan, obligándonos a caer en la tierra.

—¡Suéltame!—grita, cuando mis brazos la cubren.

Se levanta rabiosa y evidentemente picada, perdiéndose entre los arbustos. Tengo que tragar aire para tener que tolerar majaderías, pero aún peor, me siento como un imbécil siguiéndole el paso.

—Yo no soy tu maldito pelele para seguirte donde se te antoje—gruño enardecido, pero sigue caminando—¡Te estoy hablando, jodida niña!

La tomo del brazo obligándola a voltear y me encara, furiosa.

—Pensé que nosotros no hablábamos, pensé que sólo cogíamos.

Maldita sea. Tiene la facilidad de sacar lo peor de mí en segundos.

—Empiezo a perder la maldita paciencia contigo.

—Pues entonces lárgate y déjame sola. ¿Querías arruinar mi misión? Felicidades, lo lograste. Adrian Petrov y su ego de mierda siempre por encima.

Trata de zafarse pero no la suelto, entonces me doy cuenta que sus ojos pican.

—Actúas como los hombres que he detestado toda mi vida, imponiendo tu voluntad por encima de todos. No te bastó con la vida de David, ahora casi matas Enzo de un disparo en la mano y, no contento con ello, acabas de joder mis planes con Bruno en una misión que era mía.

—¿Tanto te importa ese infeliz?—siento que pierdo la cabeza—. Lo besaste. Te besó.

—¡No tengo porqué darte explicaciones!

—¡Desobedeciste mis órdenes!

—¡Al carajo tus putas órdenes y malditas excusas!

Trata de irse pero la acorralo contra un árbol lleno de ira. Mil revoluciones pasan por mi cabeza haciendo que me sienta caliente. No controlo lo que empiezo a sentir, lo que empiezo a pensar, la rabia que se contiene en mis puños y que parece quemar de una impotencia absoluta.

—¿Vas a matarme?—Jadea, expulsando lágrimas de pánico mientras mi mano baja hasta su cuello, preso de la ira—. Entonces hazlo ya y termina con todo esto.

Pero la suelto para dar un golpe en el árbol y no soy dueño de mí cuando me estampo contra su boca para besarla con rabia. Joder...me desespera. Parece que sus piernas temblaran bajo mi toque. El jadeo que a ambos se nos escapa es exquisito; lleno de fuego, enojo, ira, pero es aún más fuerte la oleada que recorre al sentir el roce de nuestros cuerpos mientras nuestras lenguas se devoran con una necesidad absoluta.

Peligrosa Atracción [1] YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora