18. SECRETOS AL DESCUBIERTO

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"Nunca esperes nada de nadie. Es mejor estar sorprendido a decepcionado".


Bianca

La garganta me cruje mientras un espasmo se acelera por mi pecho. Es él...el hermano intermedio de los Ricardi. No podría olvidar su rostro en la lista de enemigos de mi familia, la actitud con la que me mira y ese porte típico del enemigo junto a sus tatuajes en el cuello de serpiente.

«Mátalo», dice mi cabeza.

«Mátalo», la garganta me cruje.

Pero algo me impide hacerlo.

Clava sus ojos directos en mí y lejos de accionar...no me dispara. Su brazo queda congelado como si hubiese visto a un fantasma, petrificado como si yo fuese alguien que reconoce y el aire empieza a tornarse pesado.

Años de odio pesan en mis hombros con fuerza. Años de añorar este momento suben mi adrenalina. Siento que el aire pesa, que mis músculos empiezan a tensarse de una forma inexplicada y trago saliva para intentar sostenerme, pero me cuesta. Estiro también mi arma dispuesta a defenderme.

«Es una trampa», sigo pensando.

«¡Mátalo ya!», el corazón se me acelera.

«Deshacete de su sangre. Hazlo ahora, que mates a un hermano será un duro golpe para Emilio Ricardi»

Doy una tensa exhalación que zumba hasta mis tímpanos y presa de la ira ...disparo, desviando la bala por sus piernas.

Son nanosegundos que mi corazón se detiene. Lo hice por impulso y cae de dolor al suelo, escuchándose balas afuera, por lo que Adrián reacciona y opta en tirar de mí para pegarme a su cuerpo y saltar por la ventana.

Corro junto a Adrian sin saber si todavía tengo pulso. Nos colgamos una pared, me ayuda a sostenerme hasta que rodamos hacia los matorrales donde huímos al vacío como si fuéramos ladrones en medio de una persecución extrema y no hay tiempo de respiros ni dudas, solo huir para salvar tu vida hasta que subimos en el auto para desaparecer por la carretera.

Tengo que llevarme la mano al pecho porque respirar me cuesta. Pequeños atisbos de lágrimas salen de mis comisuras por el exceso de ejercicio y noto que él también está caliente, mirando por el retrovisor mientras conduce lo más rápido que puede sin decir nada.

Mi cuerpo aún tiembla no por la caída abrupta, sino por el impacto que produjo ese tipo en mi mente. Me quedé fría cuando se cruzaron con los míos, pero aún peor son las dudas que me asaltan la cabeza.

—Para ser tu primera vez como asesina, solo fallaste tu único tiro importante.

Su ironía negra me desespera.

—Él tampoco movió un dedo, solo se quedó mirándome.

Adrian no dice nada más porque concentra su mirada en el retrovisor dándole a toda velocidad al auto.

—Mantén tu cinturón abrochado. Voy a perder el auto por precaución.

El cuerpo se me va para adelante por el acelero aún cuando la confusión aqueja en mi cabeza. Sí, Mauricio Ricardi no es el líder del clan, pero lleva la sangre de la serpiente y tampoco me disparó cuando pudo hacerlo. Tenían la oportunidad perfecta para acabar conmigo e hizo lo contrario al igual que yo, que no me atreví a más que desviar mi bala.

De mirada tibia y ojos verdes, es tan distinto a su hermano que el solo hecho acelera mi cabeza. Mi cerebro encuentra como lógica la idea de sentir que no era el momento. Que debía ajustar cuentas no solo con él sino con su hermano en un duelo a muerte donde prevaleciera el honor y la sangre, no por la espalda.

Peligrosa Atracción [1] YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora