26. VERDADES QUE MATAN

174K 11.3K 13.5K
                                    





"Hay tanta paz en tus ojos que mi caos se ordena en tu mirada" D.S


Bianca

Me duele terriblemente la cabeza y es tan fuerte la incomodidad que no me siento capaz de abrir los ojos.

Dónde estoy...

Siento que el cuerpo me pesa como una cruda. Me explota las sienes terriblemente. Imágenes pasan por mi cabeza: la boda, el viejo asqueroso metiéndose al baño, por lo que abro los ojos de golpe y estoy sola.

¿Qué diablos pasó?

Una deliciosa brisa marina entra por la ventana adormeciendome. ¿Ventana? Mierda, intento levantarme apoyando mi peso en mis codos y veo el mar. Suenan los pájaros, gente en las calle, voces lejanas de pescadores hablando en italiano y me tenso.

Entrecierro los ojos con un dolor punzante en la zona central de mi cabeza y luego respiro hondo. La sensación de pesadez no me puede vencer. No puedo quedarme con los brazos cruzados, ¿y si estoy secuestrada? ¿y si estoy desaprovechando estos minutos pudiendo escapar? Muerdo mis labios y con ayuda de mis manos muevo mi cuerpo haciendo que la sábana desaparezca.

¡Estoy en ropa interior!

Jadeo tensa y empiezo a caminar lentamente hasta llegar a la ventana. Esto no es Villa Regina ni Roma, estoy en otro lugar, pero...sí es una habitación de lujo con vista al mar.

Hay ropa de hombre colgada en un extremo del sofá por lo que no dudo en acercarme. Voy recuperando mis recuerdos poco a poco. Llego al sofá con más lucidez, levanto un pasamontañas y el flash de unos ojos grises verdosos me...

—Regresa a la cama.

Me paralizo sin voltear al escuchar la voz de Adrian y siento que mis piernas tiemblan. Mi corazón palpita a mil por hora sintiéndome totalmente estúpida

—Vas a caerte—insiste girándome y, al encontrar sus ojos, mi respiración se dificulta haciendo que en mí corra electricidad.

—¿Qué es este lugar?

—La isla de Capri. La hermandad aquí no te va a encontrar.

—No sabía que ahora te dedicabas a secuestrar niñas—se la lanzo haciéndome la fuerte, pero en el fondo agradecida, excitada, avergonzada, entumecida, jodidamente perdida por este hijo de puta.

—No sería un mal negocio—dice, con humor negro mientras sus ojos traspan los míos, siendo inevitable sentir que nos desvestimos con la mirada.

—Necesito ropa—digo, tensa—. Tenía...

—Tenías un babydoll que yo mismo te quité, pero si quieres ropa aquí está—me avienta una bolsa—. La mandé traer para tí.

Lo miro con seriedad, poniéndome la primera cosa que encuentro.

—Tómate la pastilla. Te hará bien.—señala el medicamento en la mesa.

—¿Y si no quiero?

—Te daré unas nalgadas y luego te abriré la boca para metértela.

Amenaza, pero una punzada entre las piernas me tensa.

—...La pastilla—aclara, pedante y le pongo mi cara de mierda como autodefensa.

Un nudo se me forma en la garganta mientras el golpe de realidad vuelve cuando nuestros ojos se encuentran.

—Antes de llenarme de preguntas voy a decirte algo: No deben saber que estamos aquí, así que no seas evidente y quita esa cara.

Peligrosa Atracción [1] YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora