17. OJOS DE SERPIENTE

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"Sé que me extrañas y yo también, pero seguimos fingiendo que somos fuertes"


Bianca

Mis ojos se cierran, se abren y vuelven a cerrarse mientras lucho por mantenerme tranquila, pero es inevitable que sienta un ardor en el pecho cuando mis vías respiratorias empiezan a contraerse.

En medio de mi vaga conciencia noto que la risa de aquel hombre es extraña; grita estupideces, pero solo cuando cierro mis ojos las puedo identificar.

—¡La tengo! ¡Tengo a la perra!—tira de mi brazo para tomarme de la cintura—. Todos la buscan, es una leyenda. Y yo tengo el premio. Él, el signore me recompensará.

Sus acciones me dan un sentido y puedo intuir que tiene problemas mentales por el tic que tiene en los ojos, el temblor en las manos, la risa acelerada, además del olor nauseabundo que despliega de su ropa «a droga quemada» y me aprieta el estómago.

La sensación de inestabilidad me invade, pero es más fuerte la convulsión de mi cuerpo cuando escucho una bala y siento cómo me desplomo al suelo, golpeándome la espalda con fuerza.

No controlo la sensación de frío que me aqueja, el dolor en mis costillas mientras mis ojos todavía están entreabiertos, notando cómo chorros de sangre se impregnan en el suelo por causa de Adrian, quien lo devora a cabezazos y en medio de sus palabras jadea...

"Un Ricardi está aquí"

Mis párpados pesan.

"La quiere a ella y ella no sabe la verdad, dile la verdad. Dile lo que le han ocultado desde niña. Dile quién es en realidad y por qué jamás escapará de la mafia"

...Y pronto todo se vuelve negro.

Escucho ruidos sin poder abrir los ojos completamente. El hombre chilla implorando piedad y poco a poco su voz se pierde, a la par que siento que me llaman.

—¡Bianca!

Olas de vacío las siento por dentro a la par de una extraña sensación de gravedad que me mantiene rígida.

—Bianca, joder—la mano de Adrian palmea mi rostro—. Te drogaron. Mírame, no cierres los ojos.

Tengo mucho sueño. Siento ardor, comezón, náuseas y un terrible vértigo que no controlo a la par que todo me da vueltas.

No soy consciente del tiempo, solo puedo sentir que me mueven. Tengo lapsos de lagunas mentales donde no sé ni con quién estoy y me pongo tensa. Convulsiono y siento una mano ayudándome. No puedo respirar y la cabeza me la jalan hacia atrás para que mis vías respiratorias estén despejadas, pero nada parece calmarme.

—¡Está colapsando!—alguien dice.

—¡Acuestenla aquí!—es otra persona.

Voces hablan. No sé quién es quién. Escucho mis exhalaciones como si mis oídos estuvieran tapados y luego siento un sueño profundo que me hace perderme en el vacío. Mis ojos se abren con pesar en lo que intuyo después de horas. Los músculos los tengo tensos, me pesa demasiado gesticular y mi garganta se seca, pero mi pecho descansa cuando lo primero que ve es a Adrian discutiendo con un médico.

—¿Hicieron lo que les pedí?—pregunta.

—Sí, con los pocos implementos que tenemos ha funcionado. ¿Usted es médico?

Silencio. Traro de abrir los ojos luchando por estar consciente.

—¿Cómo está?

—Estable por fin—el médico se acomoda los lentes—¿Ella tiene problemas con las drogas?

Peligrosa Atracción [1] YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora