54. RICARDI

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Bianca

Sus ojos se endurecen mientras me quedo sin habla.

—Antes debes saber que tu padre... la hizo sirvienta para quitarle el poder que tenía. Ángela era de buena familia, heredera de un legado impresionante. ¿Su mayor error? Ser rebelde como ninguna y eso a Donato Simone no le gustaba porque le era dificil controlarla, por ello no tuvo más opción que humillarla. Trabajó duro por ello, la torturó de mil formas hasta que logró volverla loca y...

—No—digo, cerrando los ojos—. No quiero saber más. Me siento tan asqueada que...preferiría soltarlo de una buena vez por todas.

—Bianca...no puedes huir de tí misma. Hoy lo evitarás pero algún día la verdad se pondrá sobre tus ojos.

—Puedo dejarlo, he decidido hacerlo. ¿Qué pasaría si me sigo mortificando por un pasado que ya no importa? No todo en la vida se cierra y tampoco tiene una explicación. Hay cosas que suceden porque sí, gente que se va porque sí, nuevos que llegan porque sí.

—No creo que...

—Adrian, estoy cansada de todos nuestros problemas. No quiero sufrir más ¿Puedo cambiar mi situación? No, así que lo estuve pensando desde un tiempo atrás y he decidido renunciar a lo que me pone triste. He aceptado que mi madre no me quiere y, aunque no la culpo por todo lo que mi padre le hizo, tampoco me voy a esforzar por personas que no quieren estar en mi vida. Todo lo que tengo está aquí, justo al frente de mí y es lo único que me importa. ¿Me apoyarás?

Me mira con esos ojos de lobo asesino para tomarme de la cintura y apretarme.

—Depende—deja el trago de lado, sus labios bordean los míos.

—¿De?—trato de irme hacia adelante para capturarlos, pero se aleja, provocándome.

—De cómo te muevas esta noche.

Su olor me embriaga, el roce con su abdomen me eriza tocando mis fibras más sensibles de mi cuerpo cuando me besa como un animal en busca de alimento.

Adrián, maldita sea. Me consume con el alma. Nunca me he visto tan ninfómana como ahora. Quiero todo el día, pienso en él todo el día y esto empieza a calarme a tal punto de volverme adicta.

—¿No le da vergüenza seducir a niñas inocentes como yo, profesor?

—Es parte de tu entrenamiento.

—¿Besarnos?

—Follar...—sisea, en mi oído—. Hoy quiero que me montes.

No tengo que decir más cuando de un tirón caemos al suelo y yo en su encima.  Las cortinas están cerradas, la puerta de nuestra habitación entreabierta, el silencio ronda por el lugar y respiro profundamente al sentarme, dándole un espectáculo.

Me quito el top dejando mis pechos al aire, sintiendome acorralada por un jodido animal en celo. Sus manos me suben la falda hacia arriba, de un tirón rompe las bragas que tengo encima mientras las mías le quitan la camisa, abren el pantalón y soban su sexo duro.

—Quiero que te sientes—sisea.

—¿Aquí?—trato de hundirme entre sus piernas, pero me frena.

—No, niña. En mi cara.

Tuerce la sonrisa cuando me arrastra y tengo que sujetarme del sofá para poder hacerlo. Entreabro los labios cuando su lengua me come, es una sensación distinta, abrumadora y...rica.

Su lengua bordea cada parte de mi sexo, hincando en mi clítoris mientras mis piernas se tensan y...me obliga a moverme. Cabalgo en su boca arqueandome, gimiendo cada que me chupa, cada que la punta de su lengua me bordea en círculos haciendo que mi cuerpo entre en colapso.

Peligrosa Atracción [1] YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora