59. PURGA

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Mis babies, como saben estoy re subiendo la novela y hay capitulos nuevos. Me encantaría poder contar con sus votos y comentarios. Las amito. 

Disfruten.



Veinte minutos antes de la emboscada.

Kristoff

Me la cogí rico, de eso no hay duda.

Había extrañado tanto el cuerpo de Bianca, sobre todo porque es una puta diosa en la cama. Mis manos se embelesan cada vez que la recuerdo arder bajo mi toque, cada respirar extraño que daba mientras la tomaba. Ella lo dijo; soy importante, claro que lo soy. Dijo que me necesitaba, porque me necesita. No puedo quitarme esta patética sonrisa, soy un hombre fiel admirador de su belleza, pero hay algo que no me cuadra del todo y es lo único que me quita la calma, lo único que haría que me detenga.

Ese imbécil. Adrian.

Tenso los dientes cada vez que lo recuerdo, su sola presencia me da rabia. Pego mis labios girando mi rumbo, caminando en dirección a la cárcel que yace en el sótano de esta porquería. Inspiro hondo cuando veo que nadie cuida el camino. No hay guardias, la zona está vacía; sin embargo, veo sangre derramada en el suelo ¿Lo mató? ¿Por fin lo hizo?

Giro a mi derecha para ver si hay alguien, me molestaría que me vea, y cuando por fin uno de sus hombres se acerca, pregunto:

—¿Qué pasó con Petrov?

—La señorita Simone ordenó que se llevaran su cuerpo—explica con tranquilidad—. No hay nada de qué preocuparse, señor. Ya no será un problema.

Exhalo tan hondo como puedo mientras todos mis músculos se relajan. Se ha ido, por fin está muerto, ha desaparecido de este planeta. Hago un puño sonriendo sabiendo que lo he logrado, que he vencido a Petrov, porque yo lo vencí, sí, fui yo.

Esa rata no merecía a Bianca, tampoco iba a quedarse con ella. Le gané, me la cogí, me la quedé. Ella es mía, solo mía. Me ama tanto que confía en mí al cien por ciento. Me ama con locura por eso me eligió a mí antes de él para acompañarla en la batalla más importante de su vida.

Mis pasos se detienen por alguna razón y sin ningún motivo; siento que el aire me asfixia. Jadeo mirando mi puño conteniendo, escondiendo el dedo que tengo tatuado desde hace poco: una serpiente, la misma que viste y calza a los Ricardi, tratando de que el esparadrapo que llevo para curbirlo no se salga.

Trago saliva llevando mi mano a mi cabello para luego caminar en círculos con la tensión ardiendo en mis venas. Ya casi es hora, no importa nada e importa todo.

Salgo del sótano totalmente aturdido mientras mis pasos se centran en las escaleras. Aunque Petrov está fuera del camino siendo que me observan. Joder, maldita sea. O es Bianca con su maldita inteligencia o es que estoy un poco loco. La piel se me eriza mientras sigo en este sótano, por lo que salgo de inmediato tropezandome con el cuerpo de una mucama que tiembla.

—Fíjate bien, idiota—me altero, ella me mira con nerviosismo—. ¿Cuál es tu nombre? —se queda paralizada—. ¡Te estoy hablando, estúpida! —grito.

—Elena, señor—contesta de inmediato. Sus ojos, su voz, su cuerpo, todo en ella me mira como si la hubiese pillado en algo.

—¿De dónde vienes? —reacciono.

—De ningún lado, señor. De ningún lado—contiene el aliento y con rapidez baja la cabeza.

—¿Qué es eso? ¿Ropa?—le tiro la bolsa de golpe—. Es de hombre.

Peligrosa Atracción [1] YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora