31. GOLPE BAJO

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Bianca

Mi boca se seca ante lo que acaban de ver mis ojos, peor aún más cuando levanto la cabeza y Rose Petrova me apunta con un arma.

No me asusta el hecho de ser baleada sino su rostro. Me odia. Lo hace de una manera casi enfermiza. Muerdo mi labio mientras intento encararla, pero no me deja ni respirar cuando de un tirón aprieta mi garganta clavándome contra la pared.

¡Maldita sea! La esquivo agradeciendo los reflejos que Adrián me inculcó a la fuerza y ahora cuando me doy cuenta que esto no va a detenerse nunca. Su fuerza es extrema conmigo, sus garras afiladas se hunden en mi piel desnuda, su ego más grande que el mismo cielo, pero ya no me detengo a pensar en nada porque ahora mismo me defiendo.

—¡Maldita impostora! —me mueve hacia la cama intentando darme un golpe en el rostro y la esquivo. Me levanto dispuesta a darle pelea, por lo que se me avienta encima con sus tantísimos kilos de sobra y sus años pesados.

—¡Suéltame!—me quejo, la pateo por detrás haciendo que tambalee y solo se ríe minimizando mi acto.

—Pobre niña, ¿tienes miedo que una experta como yo te dañe esa carita? —alza la ceja deteniéndose para mirarme como si fuera una porquería.

—Creo que la que tiene un problema de autoestima es otra—le doy justo en el clavo—. Deseas ser como yo y no puedes.

Se queda en silencio fingiendo una sonrisa rápida, pero puedo intuír que la he quebrado en algún espacio de su oscura alma. Lo sé, es tan obvio... sobretodo cuando me mira. Alguien que ridiculiza al otro sin ningún tipo de razón o lógica tiene realmente un problema y ese problema se debe a la falta de afecto consigo misma. Ella cree que mandando, alzándose sobre los demás o quizá imponiendo su fuerza podrá dominar a todos sin importar nada, pero no conmigo. No me importa si es una asesina.

—Quién demonios te crees. ¡Qué hacías aquí! ¡Habla ahora o te lo saco a golpes!

—Aquí las preguntas las debería hacer yo—recojo la fotografía—. Esta eres tú con mi padre y quiero saber por qué.

Su mirada se transforma, se vuelve un ogro con el rostro rojo de ira. Nunca en mi vida había visto una mujer tan desesperada como ella. Me quita la foto obligándome a salir, no sin antes explotar contra mi rostro. Sus uñas se hunden en mis cachetes, tiene tanta fuerza que me cuesta zafarme, su ira es más grande que su razón.

—Te lo voy a decir una vez: No. Te metas. En mi. Camino. Ni con Adrian, o lo vas a lamentar.

La garganta se me agrieta cuando mi espalda siente el golpe contra la pared del pasillo. Me cierra la puerta en la cara, se escucha por dentro un grito de ira y enseguida todo este malestar me sobrepasa. Tengo tanta rabia que no lo soporto. Camino por el pasillo limpiando el exceso de lágrimas que mi cuerpo produce.

No doy más, esta angustia me mata.

Esa mujer está loca, demente, desquiciada. Lo peor es que tiene que algo tiene que ver con mi familia. Padre se veía joven en aquella fotografía Si creía que era una maldita foránea estaba equivocada. Leonardo Simone la aceptó muy rápido, es claro que padre la conocía, pero...¿Qué tenía que ver padre con ella? Y, peor aún, ¿Qué tantos derechos tiene con Adrian?

Las dudas son un puñal en una herida abierta y sensible. Estoy metiéndome en terrenos que no debería. He pasado mis límites con Rambo, dejé que todo esto desemboque en un río peligroso envolviéndome también en mi propio juego y ya no hay marcha atrás que valga.

Mis pies no dejan de hacer presión contra el suelo mientras los ojos de las mucamas que me miran se tensan. Ingreso al pasillo prohibido, un lugar que desde que era niña me prometí no volver a tocar, pero la ocasión lo amerita. La puerta de la habitación está abierta cuando ingreso y lo primero que veo es la sonrisa de Lion bien puesta.

Peligrosa Atracción [1] YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora