11. PISA EN FALSO

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Esta novela ha sido editada. Hay capítulos nuevos, por lo que habrán páginas nuevas también. Recuerden dejar sus votos y comentarios, lo amaría. Espero les esté gustando.



Adrian

Debo estar demente, completamente loco cuando la palma de mi mano impacta en su craneo para atraerla hacia mi boca.

«Joder, la deseo. Y este gusto empieza a ser exasperante.»

Me exasperó esta mañana cuando otro la tocaba. Me exasperó querer destrozarle la ropa al verla con aquel traje apretado, aún más, esa boca llena de orgullo que se cargaba para defender a quién sabe qué soldado miserable.

Es un jodido capricho. Yo no sé perder, mucho menos dejar mis gustos a medias con las mujeres que me prenden.

Me digo a mí mismo que me cansaré de ella cuando la haya disfrutado lo suficiente. Cuando haya exprimido mis jodidas ganas de enterrarme en su culo las veces que quiera. Pero, maldita sea, me cuesta seguir soportándole la mirada sin tener que comermela.

—Adrián...

—¡Cállate!

La beso con una ira que ni yo mismo aguanto. Una que suficiente dolor en la polla me ha costado reprimirla, aún peor, en mi mente.

Suena su cuerpo cuando la estampo contra la cama y la desvisto casi arrancándole la ropa.

—Mi...—la callo con besos sucios, punteandole la lengua, chupando sus labios que terminan en gemidos voraces mientras mis dedos se hunden en su sexo, sobándola por encima de sus pliegues.

—Mojadita—gruño mirando esas mejillas enrojecidas.

¿Quién diría que la perra de la mafia terminaría sonrojándose en mi cama? Que terminaría cogiéndomela y, aún peor, repitiendo.

Alejo la razón de mi mente cuando el líbido me sobrecarga. La forma en cómo me mira hincha un más mi miembro ansioso por enterrarse en ella.

Gime al sentir que mis dientes muerden sus pezones. Son rosados, redondos, perfectos. Naturales a mi gusto y tacto, saciantes cuando la chupo con ansias y saben aún mejor cuando los suelto porque todo en ella ahora se estremece. Inclina sus caderas hacia arriba cuando siente uno de sus dedos penetrarla.

—Estás tan estrecha...—susurro—. Me encargaré de entrenarte.

—¿Dolerá?

—Oh, niña...tiene que entrar toda.

Tuerzo los labios al sentir que se irrita por el contacto de mi nariz en su sexo. Huele bien, sabe bien, por lo que mi lengua se empecina en tomarla.

Su cuerpo se pone rígido al sentir cuando la chupo. No suelo hacerle orales a las mujeres porque son ellas las que me la comen cuando quiero, pero esta es diferente; una jodida delicia que quiero empapar en mis labios. Su sabor es mi jodido vicio, aún más al sentirla.

—¿Qué quieres?

—Más.

—¿Más?

Giro la lengua en su clítoris.

—Sí.

—¿Si?

—Por favor...

Punteo su centro caliente mientras adapto sus piernas a mis hombros. Me lleno de su sabor con un frenesí insaciable y, cuando menos lo piensa, inserto mis dedos con fuerza tratando de hacer camino a lo que mi polla va a arrasar de golpe.

Peligrosa Atracción [1] YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora