6. COMERSE AL ENEMIGO

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"No es la caricia, es quien te toca"

Bianca

No puedo dejar de mirarlo aunque me tenga sujeta del cuello contra la puerta. Este tipo está loco, pero aún así me genera algo que no puedo controlar. Está tan cerca a mi...y mi garganta se seca al sentir su aliento. Mis labios se hinchan hasta doler, mi paciencia se agota y no sé cómo llamar a lo que empiezo a sentir.

Lo odio tanto...

Acerca su nariz a la mía y puedo percibir la fragancia que manda latidos entre mis piernas. Lo he sentido cada vez que está cerca, esa colonia varonil que se respira tan bien, el poder que emanan esos ojos que te congelan cuando te miran mientras traga saliva exasperadamente y...siento que o me mata o me rompe los labios con su boca.

—Señor Petrov, tenemos una emergencia—tocan la puerta, hace un puño y no deja de mirarme—. Son los Ricardi, adelantaron la entrega de droga para hoy. Alguien les sopló nuestros planes. El señor Leonardo Simone estaba de camino a Sicilia, por lo que debe tomar las decisiones usted ahora.

"Debe tomar las decisiones usted..." Un bofetón de realidad me golpea. Me quedo con eso, me separo y pronto mis ojos arden. Él ni siquiera me mira, retrocede apartándome para luego irse a la par que mi mente se nubla.

El sonido fuerte de una alarma de emergencia se enciende, lo cual le indica a los soldados que deben reunirse y a los habitantes de la mansión refugiarse dentro de las catacumbas secretas a modo de precaución, por lo que tengo que salir ya de esta habitación sin que me vean.

Mi cuerpo abre la puerta lo más rápido que puede. Gente va y viene de aquí a allá, veo a lo lejos a Cyra tratando de reunir al personal para llevarlo bajo tierra y es entonces cuando me cuelo a la fila que forman los empleados casi corriendo.

—¡Rápido!—grita uno de los escoltas—¡Soldados aquí, inservibles abajo!

"Inservibles",es así como les llaman a quienes no aportan con su fuerza o no saben disparar un arma.

Me doy cuenta que estoy en pijama y me hago a un costado cuando la zona ya está libre, pero mi corazón se paraliza cuando choco la mirada de Lion a lo lejos y se siente como si te hubiesen pillado en algo que no debería.

Su mirada recorre mi atuendo de arriba a abajo. No me dice nada, tampoco le respondo. Algo se atora en mi garganta de repente, pero el griterío se enciende así que lo ignoro completamente y doy media vuelta hacia mi recámara para cambiarme.

La emergencia se sigue alzando por lo que me pego armas punzantes al cuerpo. Nadie sabe qué sucederá ahora que los planes cambian, lo cierto es que se empieza a desplegar una ola de soldados armados y tengo que estar presente.

—Nuestra armada sigue un protocolo: atacamos de frente, no nos escondemos como cobardes—asevera Lion, discutiendo—. Los Ricardi han adelantado una entrega importante de droga. Están acorralados, se verán amenazados si desplegamos toda nuestra armada en campos abiertos y lo que pretendes hacer es inaudito. Tenemos que usar todas nuestras armas, no cuatro gatos que corren tras otros.

—Este clan acciona miseramente y la emboscada no se ve clara—le contesta Adrian solo por fastidio—. Será a mí manera, punto. ¡Guardias!

—Señor.

—Preparen lo que les pedí ahora.

—¡No eres quién para tomar decisiones!

Lion se exalta.

—¿Y tú, sí?—pregunta, menospreciándolo.

—Soy el consejero de la dinastía, la mano derecha de Leonardo Simone.

Peligrosa Atracción [1] YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora