30. DOS CARAS

146K 10.7K 10.9K
                                    


No se brilla sin oscuridad.



Mañana siguiente. Villa Regina.

Adrian

El día me sabe a mierda, me he pasado horas inquieto con el amanecer por la ventana sin que haya podido encontrar soluciones claras en mi mente.

Mi paciencia se agota al igual que la última gota de cordura que me queda en la cabeza. El viejo empieza a sospechar más de la cuenta, me ha investigado nuevamente, por lo que tuve que inyectar dinero en mis empresas fantasmas de Bulgaria, sin contar otros artilugios que me hartan solo para cerrarle la boca.

Estoy cansado, mi paciencia ha sido grande y estoy a nada de explotar. Reniego de esta farsa así como los Simone. Debí matarlos a todos desde que pisé esta casa, pero ya no hay tiempo para arrepentimientos. No ahora que estoy a punto de lograr que ella mueva la pieza final de este juego.

Ella. Mis músculos se tensan cuando la traigo a mi cabeza. Me perturba solo imaginarla. Me exaspera su nombre atascado en mi mente como una tormenta invasiva y seguir negando que me gusta sería iluso de mi parte.

Mis dedos se aprietan en el cristal sintiendo el odio y el deseo en una mezcla agresiva. No controlo la increíble necesidad que tengo por ella sabiendo que un día tendré que matarla. Paso las horas queriéndola besar, apretar ese culo entre mis dedos, oler su aroma a manzana, follármela o tal vez...solo mirarla.

Me siento demente ¿Qué carajos estoy pensando?

Un hilo de enojo pasa por mi cabeza sabiendo que me rechazó hace horas cuando fui a su recámara. Lo sospecha, no es tan tonta. Ya no es fácil desviar el tema o pintarle otro cuento porque la rivalidad se siente y La Gata se ha encargado de hacerse notar por mucho.

Tiro el vaso de cristal al suelo maldiciendo el día en el que cruzó conmigo. Sus palabras todavía están en mi mente. La pelea que tuvimos en Ponza cuando se presentó de improviso me dejó en claro que no abandonará esta batalla y ese sí es un problema.

—¿Qué demonios haces aquí?

—Quise ver con mis propios ojos en qué vas ¿Es un problema? ¿Ya te dio luces de los diamantes? ¿Ya jugaste tu última carta?

—No es de tu incumbencia.

Sonrió.

—¿Te la estás cogiendo?—fue directa, celos ardían en sus ojos.

—No tengo que darte explicaciones.

—Cuidado, Tormenta. Sigo siendo tu mujer.

Reí, al verla tan ridícula.

—Lo soy, porque yo te hice a mi imagen y semejanza—siguió y besó mis labios—. Yo te formé, yo te crié, conmigo aprendiste a follar, a besar, a sentir...pero si hay algo que me enoja es que me traicionen.

—Fuera de mi camino.

—¿Para que sigas jugando al príncipe azul con ella? ¿Qué tal si te complico los planes?

—Tenemos un trato.

—Que voy a cumplir siempre y cuando te mantengas lejos de Bianca Simone. No juegues conmigo, mi niño. No con ella—clavó sus uñas en mi brazo—. Porque si tú vuelves a fallar ese tiro, créeme, estaré yo para terminar el trabajo que no pudiste. La mataré con mis propias manos.

Peligrosa Atracción [1] YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora