28. SIN MASCARAS

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"A veces me agota esa parte de mí que no termina de aprender"



Bianca


Solté su mano y no lo veo.

La angustia me recorre el pecho de adentro hacia afuera. Empujo a la gente evitando mirarlos a los ojos, pero no hay rastro de Adrian, por el contrario, solo gritos cuando se escucha una explosión a lo lejos y miles de pedazos de restos caen encima de la gente golpeándola.

Mierda. Un edificio salió volando. El griterío se alza y ya no puedo salir en este mar de personas que parece corren por sus vidas exasperadamente. Por más que levanto mi cabeza no veo nada. Hay sangre por todas partes incluyendo mi rostro. ¿Estoy herida? No lo sé, solo corro. La adrenalina hace que mis ojos se opaquen. El pánico se apodera de la estampida de gente y yo solo quiero ver a Adrian.

Me toman por la cintura pero, al voltear, es a otro. Lo golpeo como puedo, dos más se pelean entre sí mientras me escabullo entre la gente y descubro que son ellos, la gente de la hermandad, por sus tatuajes de balanza en los brazos.

—¡Bianca!—escucho a lo lejos y veo cómo alguien me apunta pero, cuando trato de correr, caigo sintiendo las pisadas de la gente que corre por la balacera en mi encima.

El pánico empieza a apoderarse de mi cuerpo, de mi carne, de mi alma cuando empiezo a sentir un terrible dolor en el tobillo ¿Estoy viva? ¿Muerta? La estampida en pánico sigue y pronto no puedo respirar. La gente sigue pasando por encima, siento mucho calor, náuseas, el aire se hace más denso...hasta que todo se vuelve borroso de golpe.

—¡No!—grito al sentir explotar una bala.

—Bianca, levántate—es Adrian y mi alma vuelve a mi cuerpo.

—No puedo. Mi pie...no puedo moverlo.

—¡No respires!—grita, tapándome la boca.

Un gas tóxico hace que la gente tambalee mientras lo veo sacándome de ahí. Me toma en sus brazos, no soy consciente del tiempo ni el espacio, solo tambaleo con los párpados extremadamente pesados y una angustia que me sobrepasa.

No...

Trato de respirar y siento agua en mis pulmones. Abro la boca queriendo inhalar de golpe. Mi cabeza se irrita, la presión en mis sienes explota.

—¡Por aquí!—escucho a una mujer que nos abre la puerta de su casa y por un segundo me desvanezco, siendo todavía consciente de imágenes que brillan en mi mente.

He estado perdida o quizá ha sido una parte de mí que se ha transportado a otro espacio, otro tiempo, otra hora. Me veo quieta sobre un jardín lleno de flores blancas y no son cualquier flor, son hermosos lirios que acunan mis pies. Recojo uno de ellos, pero enseguida los suelto cuando veo una hermosa mujer dándome más de ellos. Me asombra su belleza, sobretodo porque parece ser muy joven, y con las manos temblantes las recibo. Sonríe y su sonrisa me parece el cielo. Me invita a ir con ella y caminamos juntas en silencio hasta llegar a un río. Mi corazón se detiene. Ella mete un pié y no acepto, entonces entra y se posa justamente al medio. No se hunde, solo flota y es la imagen más hermosa que he visto.

—¿Quién eres? —digo a viva voz y ríe, solo ríe, pero luego llora.

El agua clara se vuelve roja poco a poco y grita hundiéndose lenta y profundamente en río de sangre. El pánico ataca mi cabeza por lo que empiezo a gritar y no sé cómo ayudarla. Se hunde en el espejo y cuando gira, me veo a mí misma...Dos caras iguales. Dos ojos iguales. Dos armas...de la misma manera.

Peligrosa Atracción [1] YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora