2. UN ASESINO

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"No me tientes que si nos tentamos... no nos podremos olvidar" M.B 


Adrian

Quema. Bianca Simone quema, era de lo único que estaba seguro.

Mis músculos se tensan a medida que su aliento se envuelve con el mío. Sus ojos arden aun cuando tiene el arma arriba sin dejar de clavarme la vista en silencio, sintiéndose acorralada a pesar de tener ventaja.

Su respiración se agita. La piel se le eriza. Todas sus terminaciones nerviosas colapsan. Puedo sentir cómo se eriza con mi toque, cómo no pestañea dedicándose a observarme a punto de disparar apenas haga un movimiento en falso. Los dedos se me agarrotan y el jodido frenesí nos ataca siendo dos extraños a punto de matarse...o comerse a sí mismos.

Debería acabar con ella ahora. Asfixiar su jodida garganta con mis manos o probablemente tomarla en posesión hasta que grite auxilio, pero debo pensar con racionalidad al evaluar mis opciones, además, debo aceptar que me divierte ver ese rostro de ángel escondiendo el pánico a la defensiva.

—¡Ni siquiera lo intentes!

Amenaza cuando me muevo y enarco una ceja dejando que disfrute sus últimos minutos. «Solo mátala» El miedo es algo que un depredador huele a lo lejos y lo disfruto.

La miro entre mis pestañas, su pecho sube y baja en silencio por la pelea, el corazón le bombea tan rápido que me pregunto a cuántos tipos se habrá follado, con cuántos habrá experimentado esos pasos sensuales o a qué clase de rata habrá embaucado en su perra vida.

Sus ojos azules hechizarían sin dificultad si no se tiene la cabeza fría. Podría compararla con una serpiente ágil y llena de veneno, de esas alimañas que parecen indefensas pero son traicioneras, por lo que no dejo de verla.

—¿Nunca has visto el cuerpo de una mujer o qué? —Susurra descarada y sonrío.

—Hay zorras mejores.

Aprieta los labios.

—Mantén tu distancia—ordena, tratando de intimidarme con el arma pero el pánico la evidencia—. Pon tus manos adelante ¡Ahora!

—Dispara—mi voz es un eco, trabajo en sus miedos—. Son más grandes tus tetas que tu valentía.

Cierra los dientes quedándose quieta. Le golpeo el ego y retiene el aire como si le pesara entonces, en un acto brusco, suelta un tiro y río apretando su muñeca para detenerla.

—¡Porco! —Insulta en Italiano. «¡Puerco!»

—Puttana. «Puta»—le respondo en su idioma.

Viene contra mí mientras forcejeamos dándome empujones bruscos y me es inevitable no sentir cómo sus pezones se erizan, cómo la jodida respiración se tensa a la par de mi cabeza caliente que sigue gritando «Dispara» cuando no dejo de ver ese puto trasero agitarse.

Ni siquiera sé cuánto tiempo pasa pero la sangre me hierve. He visto cientos de tipas desnudas, putas que me abren las piernas rogando que las monte, a las que me cojo empapándolas, pero esta es...diferente.

—¿Quién eres?

—¿Te vas a poner a llorar?

Otro maldito disparo se estampa contra la pared cuando estira su brazo en defensa y debo confesar que es hábil para escurrirse. Entra a la defensiva mientras escucho pasos acercarse, sonríe, y posiblemente tenga dos segundos para dispararle, dos malditos segundos para acabar con todo ,pero las fichas ya no son las mismas. Su seguridad aumenta. Quienes estaban de mi lado (espías, falsos guardias) empiezan a suicidarse al verse descubiertos y...

Peligrosa Atracción [1] YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora