10. LO TOMAS O LO DEJAS

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"A Ella hay que tenerle miedo cuando mira al fuego... y sonríe". D.S


Bianca

—Señorita Simone, salga del auto ahora.

Se escucha una voz que remece mi cabeza. A oscuras no se podía observar nada pero ahora, que la luz ilumina todo el valle de los estacionamientos, me doy cuenta que Leonardo Simone sabe lo que sucede y que ha estado esperando que llegue para cobrárselas.

—No—Adrian me detiene poniendo una mano en mi pierna.

No lo sabe pero su acto deja chispas por todo mi cuerpo. Intento recomponerme dando una inhalación profunda que es interrumpida por el sonido del portazo que da contra el auto mientras, de prisa, salgo detrás de él.

—¿Quién te crees?

—Recibo órdenes, mi señor—baja la cabeza Julián, el jefe de soldados—. El señor Simone está muy molesto por lo sucedido. Lion está en un hospital luchando por su vida; tiene la nariz rota, desfiguración del rostro, algunos músculos desgarrados y...

—¿Y qué?

—Culpa a la señorita.

—Busca cualquier excusa para deshacerse de mí, que es diferente—espeto, presa de la rabia.

—Vete de aquí—suelta Adrian apenas mirándome—. Ahora.

Y cuando lo hace siento mi piel se escarapelarse, no solo por sus ojos sino por la mirada que me manda.

Accedo sabiendo que es la mejor opción ya que las cosas están tensas. Ningún guardia se atreve a contradecirlo, por el contrario, emana tanto poder con sus ojos que me abren pase para irme y ya ni siquiera sé cómo sostengo lo que cargo dentro.

Por seguridad me alejo de los jardines viendo cómo entra al área restringida donde está mi tío mientras me adentro hacia la cocina para beber algo que me quite esta ansiedad de mierda.

Estaban dispuestos a golpearme, o tal vez intimidarme, la intención fue obvia. Lion está desfigurado «Quién no después de la golpiza criminal que Rambo le dio», quién sabe cuánto tardará en salir del hospital, pero lo cierto es que las cosas se complican más de lo que estaban antes:

Sospecha una cierta atracción entre nosotros.

Me vio salir de su habitación sin brassiere aquel día de la batida.

Mucho peor ahora que está herido y la venganza será inminente.

Mis manos se quedan quietas en la refrigeradora a la par que doy una exhalación profunda. La ansiedad me gobierna la cabeza, por lo que abro la nevera, tomo una Coca-Cola helada y un pedazo de tarta de tiramisú que debe haber hecho mi nana, tratando de calmar en algo la angustia.

Dejo el plato en la mesa porque soy distraída por un sonido extraño. Me acerco a las ventanas y algo en el pecho se me inunda: ya es fin de mes y vuelven a traer críos para ser soldados—o títeres—del clan Simone. Pequeños que morirán en batalla, que serán obligados a infiltrarse en las mafias de la calle y que son arrancados de los brazos de sus madres como tributo a la dinastía, sin saber que están destinados al exilio.

—Hola—una vocecita me sobresalta «maldita sea, no lo sentí». Un niño con las mejillas regordetas me mira. Debe tener como unos siete años.

—Hola—le sonrío y lo llamo para que se acerque pero es tímido. No lleva el uniforme de soldado, me llama la atención que vista sencillo y con un juguete en la mano— ¿De dónde saliste?

Me sonríe parpadeando como si hubiese visto a un ser mágico y suelto una pequeña risa.

—Parece que alguien comió mi pastel.—Agrego.

Peligrosa Atracción [1] YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora