51. GRIS OBTUSO

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"...Y yo bailé con el demonio que me llevó al cielo" D.S


Adrian

Si tuviera que describir en una sola palabra lo que ven mis ojos sería pena ajena.

Es una vieja patética y lo peor es que está loca. La miro con recelo cuando me muestra su vientre abultado con una sonrisa, acariciando su panza mientras se ríe una y otra vez poniendo a prueba mi paciencia, pero la mentira no le dura al sentir el palmazo que le doy en el vientre, descubriendo la farsa.

—Quiérete un poco más, Gata. Solo das pena.

—Ya que te volviste más humano pensé que te encantaría. Aunque, ups...olvidé que le tienes pavor a ser padre.

—¡Ya cierra la boca!—estampo su mano al cuello y ríe, como una bruja—Ni en tus mayores pesadillas quedarías preñada. Las viejas no hacen milagros, solo tienen achaques.

Se suelta, furiosa.

—Vas a pagar caro uno a uno de tus desplantes.

—No se paga con oro a la mierda—hundo mis dedos en su piel—. Y eso es lo que eres: solo excremento.

—Me cambiaste por ella. Por la única mujer que no podías tocar en el mundo.

Bufo.

—No te cambié por nadie porque nunca fuiste nada en mi vida, solo una puta con la que estaba por aburrimiento. Una maldita enferma que le gustaba capturar niños de la calle para dañarlos, abusarlos, someterlos con tal de tener el placer que nunca le dieron en su vida.

—Pero te quedaste conmigo cuando los otros huyeron. Te quedaste conmigo porque me amabas.

—Porque me convenía—levanto su mentón hacia mí—. Te engañé tantas veces como las que me reía, porque eras la única forma de llegar a los Simone.

—No es cierto—se desenfrena—. Tú no...

—Recuerdo perfectamente quién soy, mísera idiota, incluyendo aquel incendio donde me robaste. Te hice creer que no porque me convenía.

Palidece, negándoselo.

—¿Por qué un ser superior se quedaría a lado de simple mierda? Te utilicé tanto como quise—tuerzo la sonrisa—¿Pero sabes qué fue lo mejor? Hacer que me ames. Que te aferres tanto a mí a tal punto de perder la cabeza, esa fue mi mayor venganza.

—Hijo de puta—trata de golpearme y la detengo, entonces llora—. No vas a lograr lo que buscas.

—¿Y quién me lo va a impedir? ¿Una simple bastarda?

Se queda fría.

—También lo sé, Gata, todos y cada uno de tus sucios secretos. Y si quieres seguir respirando, cierra el hocico. Mantente lejos de Bianca o juro que voy a terminar exterminandote. Quita a todos los imbéciles que la siguen de encima. Sabes que no bromeo.

Se queda callada, en pánico, con los ojos llenos de rabia.

—Cometes el peor error de tu vida, mi niño. Va a destruirte, esa mujer...esa zorra es solo una arpía.

—¿Mejor que tú?

—¡Cállate!

—Nadie te ama, a nadie le gustas, ni siquiera tus padres te quisieron. Así morirás, Gata: sola, de la peor manera, bajo mi mano. Eso te lo juro.

Retrocede en shock con los labios morados de la cólera y escupo en sus pies levantando su falsa panza para lanzarla en la cara sin ningún tipo de delicadeza. Estamos en un callejón a metros de una calle transitada; hay policías, gente de a pié, estoy seguro que tienen a Bianca mapeada, por lo que opto en soltarla.

Peligrosa Atracción [1] YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora