43. TRAICIÓN

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Cyra

Mi niña está en ese lugar y no puedo soportarlo.

Camino con ansiedad por los pasillos de la sala hasta que me encuentro con Don Leonardo y solo lo miro ansiosa. Mil gesticulaciones de pánico salen de mi interior cuando me devuelve la mirada y sí... está ocupado, trae a una muchachita en un brazo, pero no me iré hasta que me escuche, por lo que me le planto así no quiera.

—Vete a mi recámara—le dice a la jovencita de mala gana y esta obedece de inmediato—. Espero tengas una buena razón para haber dejado de lado a mi puta por atender a una simple sirvienta.

—"Necesito hablar con usted"—le digo en señas y sé que me entiende.

—No voy a liberar a Bianca, si eso es lo que quieres. No me quites más el tiempo.

Trata de irse, pero lo detengo.

—"Ese hombre tuvo la culpa de todo"—imploro tomando su brazo, entonces me mira.

—¿No conoces a tu "niña", vieja zorra? Lo hizo porque se le dio la gana y encima tiene planes para escaparse.

—"Por favor, dele una nueva oportunidad."—le lloro.

—¡Lárgate! ¡Me estás mojando el piso de mármol con tus mocos de mierda!—me empuja.

—"Señor..."

—¡Que te largues, vieja estúpida!—caigo al suelo y la furia invade mis sentidos. Sostengo mis piernas para levantarme y evitar que se vaya mientras araño su ropa.

—"No te conviene que hable. Hay una carta que puede destruirte y lo sabes"

Se queda segundos mirándome, tira de mi brazo y luego me ahorca.

—¡Qué estás diciendo, bruja decrépita!

—Que Bianca lo sabrá todo si no me escucha. Esta casa guarda sus más sucios secretos y lo sabe—emito mi voz a duras penas, con dolor en los labios.

He podido hablar hace un tiempo gracias a las terapias que mi niña pagó para mí, al menos se entienden más mis palabras, pero preferí silenciarme y así pasar desapercibida.

En esta casa si sabes más de lo que deberías te matan, una muda no implicaba un riesgo y ahora no me queda de otra que mostrarme como soy realmente, mantenerme fuerte, valiente, capaz para mis propios intereses y para mi niña.

—¿Me estás amenazando? ¿Tú?—bufa— ¿Una simple sirvienta?

Leonardo aprieta aún más sus dedos en mi cuello.

—"No quiero ofenderlo, mi señor, no podría. Soy la única que puede ayudarlo. Solo...libere a Bianca."

Ríe alto con ira.

—¿Sabes qué pasaría si ella llegara a escapar, maldita vieja? ¿O es que tu mísera mente pequeña no lo entiende? Nos quedaríamos sin cabeza, seríamos el hazmereír de Italia y, aún peor, el fin de nuestro clan e intereses.

—Ella no lo hará, tiene mi palabra—respondo despacio—Me ama. Confía en mí más que en nadie, hará lo que yo le pida.

Sigue riendo.

—Te irás con ella a la primer oportunidad que tengas ¿Piensas que soy idiota?

—Yo...no podría dejar al hombre que amo.

Su mirada se clava en mí como aquella primera vez hace tantos años, aquella noche que entró en mi recámara para tocarme, forzarme, golpearme siendo aún una chiquilla.

Peligrosa Atracción [1] YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora