7. SIN ARREPENTIMIENTOS

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"Las malas lenguas hablan, las buenas sacan orgasmos"


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Adrian

Me la pone dura, tan dura que siento explotar.

Su sabor es más rico de lo que podía haber imaginado. Su olor me desenfrena al igual que los gemidos que ya no puede callar, por lo que la chupo mil veces hasta explotar esos labios deliciosos, tocándola como si fuese una jodida sirena, sintiendo mi maldita erección desenfrenada por introducirse en ese culo que me juré no tocar y heme aquí como un loco.

Qué carajos estoy haciendo.

Aprieto sus nalgas con fuerza mientras mi boca la marca.

—¿Sabes todo lo que quiero hacerte, jodida arpía?

La miro y me mira extasiada. Son segundos que mi nariz recorre sus pechos, su ombligo y cintura por encima de la ropa antes de tirar de ese pantalón con mis manos.

Las mejillas las tiene rosadas de vergüenza. Algo explota dentro de mí al sentir su braga empapada cuando mis labios la rozan, la sed que me da por saborear lo que mis dedos tocaron, lamer esos fluídos, llevar mi lengua por las profundidades de su canal y...

—Silencio...—suelto, como un rugido.

«Joder. No ahora»

—¿Qué sucede?—me mira desconcertada.

Tomo su arma apuntando hacia la puerta y enseguida lo nota: hay ruidos y pasos que nos rodean, por lo que se viste como puede mientras la polla me duele de lo dura que me sigue poniendo.

—No te separes de mí.

Me sigue mientras retrocedemos hacia un hueco en la tierra de la parte trasera del granero. El lugar no es muy grande así que hay que tener cuidado. Los pasos se sienten al igual que las voces en italiano que nos buscan y, apenas asoman la cabeza, disparo en barrida abruptamente.

La sangre salpica marcando las paredes mientras acabo con sus vidas de golpe. Tenemos solo minutos para correr y cuando llegamos a la cima de una colina esos ojos azules vuelven a mirarme como si quisiera deshacerse de ellos rápido. Como si hubiésemos quedados incompletos y, joder, sus labios siguen hinchados al igual que los míos. Todavía puedo sentir su sabor en mi boca, las ganas que tengo por partirla, tomarla en cuatro, tirar de su cabello mientras le doy duro, pero es... una locura.

Es la presa que tengo que cazar. La jodida arpía que voy a hundir. La única jodida mujer en el mundo que no puedo tocar, por lo que me aparto de golpe y me mira con desconcierto.

—¡Señor!

Un helicóptero acaba con esta esta agonía mientras los refuerzos llegan.

Son mis hombres camuflados por lo que debo tener mucho tacto al hablar delante de Bianca, que no deja de mirarme.

—Todos muertos—indica uno de mis hombres de confianza mientras el helicóptero toma vuelo y me pongo al copiloto sin siquiera apartar mi vista del frente.

«¿Qué demonios estuve a punto de hacer?»

Tenso los dientes deshaciendo la idea en mi cabeza, enojado al sentir que por primera vez en mi vida tengo que contenerme con una mujer para hacer lo que me plazca.

No soy un hombre que esté acostumbrado a limitarse con nada. Lo que ficho lo alcanzo, lo anhelo lo tomo para mí y punto, pero ella empieza a ser una jodida ficha peligrosa.

Peligrosa Atracción [1] YA EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora