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Horacio sintió un brusco movimiento sobre su cama, misma que se movía de arriba a abajo —sin demasiada fuerza— paulatinamente, provocando que él se removiera un poco. Con su cara boca abajo, prácticamente besando el colchón, abrió los ojos lentamente.

—¡Papi! ¡Papi! ¡Levántate! —exclamaba la pequeña Pamela que brincaba sobre el colchón lo más alto que sus cortas piernas le permitían.

El de ojos bicolores giro su cuello hacia la izquierda, viendo opacamente la acción de la niña.

—5 minutos más... —dijo con voz adormilada el de cresta roja, misma que ahora se encontraba despeinada sobre su almohada.

—¡No! ¡Vamos! ¡Prometiste qué harías el desayuno, hoy tocaban panqueques! —mencionó, a la vez que continuaba con sus saltos.

Rendido, el moreno se incorporó sobre la cama a la vez que frotaba sus ojos, tratando, de esa forma, alejar lo más lejos posible su inminente sueño de encima.

—¿Enserio prometí eso? No lo recuerdo—comentó divertido, notando el puchero en los labios de la pequeña de irises esmeralda. Gracias a sus palabras, Pamela se detuvo y se acercó hasta su posición, aún con sus belfos abultados.

—Lo prometiste por la garrita—levantó el dedo meñique y lo movió, enterneciendo al de cresta que miraba aquella acción.

—Mhmmm, realmente no lo recuerdo—se excusó el mayor.

—¡Papá! —chilló la menor.

—Ya, ya... —intentó tranquilizarle—. Te daré algo mejor que los panqueques—ofreció mientras veía como la cara de la pequeña se elevaba, obteniendo su atención.

—¿Qué cosa? —preguntó curiosa.

—¡Aleteo de mariposa! —exclamó, al mismo tiempo que se lanzaba a darle cosquillas a Pamela en su barriga.

—¡No, cosquillas no! —se rehusaba la pelirroja a la vez que reía, al igual que el mayor—. ¡Mamá, por favor! —gritó, por último, logrando que su padre le dejara en paz. Recuperó la respiración poco a poco mientras permanecía tumbada en el colchón. 

Horacio se levantó de la cama y caminó hasta el interruptor de la habitación con el propósito de encender la luz e iluminar su cómoda. Al hacerlo, volvió a la cama, donde la pequeña lo esperaba boca arriba y siguiéndolo con la mirada.

—¿Si va haber desayuno? —preguntó en un hilo de voz.

—Si, vamos anda.

La niña se puso de pie sobre la cama y el de cresta, rápidamente, se acercó hasta un extremo de ésta y tomó a la pequeña en brazos para llevarla fuera de la habitación.

Caminó por el pasillo que llevaba hasta las escaleras del primer piso, bajando por los peldaños mientras su niña enredaba sus dedos en sus rojizos cabellos, cosa que le relajaba en demasía. Al arribar en la primera planta, continuo con su travesía hasta la cocina, ahí dejó a la de ojos esmeralda sobre la mesa blanca del comedor y, seguidamente, se adentró en el inmueble para comenzar a preparar la comida.

***

Horacio preparó el desayuno que le había prometido a su hija; panqueques con miel y algunos frutos rojos. Los dos degustaron de las tortitas en silencio, realmente disfrutando de la comida. Misma que, Pamela alagó una y otra vez. 

Finalmente, ante la hora que era, ambos se fueron a preparar para salir de casa, la pelirroja debía ir al colegio y el de cresta a su florería, que era el lugar donde trabajaba.

🦋/🍩PADRES⚡/🥃 - VOLKACIO AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora