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Horacio, después de dejar a Pamela en el colegio, se dirigió hasta su florería —lugar del que era dueño y trabajaba de vez en cuando—, para hacer un poco de tiempo trabajando. Tranquilamente se dispuso a abrir el local y a ordenar todo, quedando a la espera de algunos clientes.

Al abrir temprano por la mañana no mucha gente solía ir a la floristería, si acaso un par de personas que querían ramos de flores para dar de cumpleaños o aniversarios, nada que no pudiera manejar solo. Por eso mismo, el horario matutino era su favorito, y no es que no le gustara su trabajo ni nada por el estilo, sino que le gustaba dejarle el trabajo pesado a sus empleados, mismos que no llegarían hasta dentro de un rato más, por lo que quedaría a la espera de ellos.

Pasaron dos horas aproximadamente, hasta que sus auxiliares llegaron, permitiéndose salir del local para ir a hacer su verdadero trabajo... o parte de lo que a éste respectaba.

Primeramente recibió un mensaje con una ubicación en éste, seguido de un mensaje breve que decía:

"Los quiero aquí, a ambos.

No tarden."

Precipitadamente su semblante cambio al terminar de leer el mensaje, volviéndose un poco más serio de repente, solo ligeramente.

Sin más, bloqueó su teléfono y se dispuso a conducir para ir a buscar a su compañero.

No obstante, antes de ello, procuró de pasar por una tienda de ropa para cambiar su atuendo, escogiendo así un conjunto optimo; un traje completamente negro que se moldaba a su cuerpo, unos zapatos oscuros que tenían un aspecto rojizo y, por último, cargó con su mítica mascara de calavera oscura.

Misma que solo podía significar una cosa, o que todo saldría muy bien... o muy mal.

Por último, pasó rápidamente a un depósito cercano para así cambiar de coche y dirigirse finalmente hasta la ubicación de su compañero.

Condujo hasta el departamento donde vivía su hermano Gustabo, un piso lujoso que pagaba su papá, y del cual solamente usaba el mayor de los hermanos. Aparcó cerca de la edificación, apagó el coche y sacó su teléfono para llamar al rubio.

—¿Dónde estás? —preguntó a la vez que miraba por la ventanilla, buscándolo.

—Bajando—contestó el contrario del otro lado de la línea.

—Bien, estoy en el auto—avisó, antes de colgar la llamada.

H guardó su teléfono dentro de su saco de vestir, seguidamente colocó sus manos sobre el volante del coche, con el fin de esconder las ansias que lo inundaban, se inclinó sobre el asiento y observó a través del cristal de la ventana. Fácilmente pudo reconocer a su hermano cuando salía del edificio, tenía una vestimenta táctica y una maleta negra en sus espaldas.

«Para nada sospechoso» pensó al verlo.

Horacio, al ver que su compañero se acercaba, se acomodó en su sitio y fue encendiendo el automóvil. El de ojos azules cruzó la calle y se encaminó hasta el coche dónde se encontraba el de ojos bicolores, entrando en éste y saludando a su hermano diciendo:

—¿Qué pasa, hermano? —se colocó el cinturón, echó su maleta a la parte trasera del carro y se puso cómodo en su plaza.

—Procura la póxima vez pasar más desapercibido, por favor—dijo el moreno en un tono serio. Y sin más procedió a poner en marcha el deportivo y se incorporó a la carretera.

El de piel clara bufó y se cruzó de brazos, no le gusto aquella contestación.

—Joder... que lindo saludo... —se quejó Gustabo, llevando su mirada a la ventana a su lado.

🦋/🍩PADRES⚡/🥃 - VOLKACIO AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora