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Desgraciadamente su deseo de apresurarse y llegar rápido a casa de los Volkov no pudo ser concretado, ya que, tanto Horacio como Pamela hicieron un lio para arreglar sus cosas y sus propios aspectos para poder irse de casa.

H logró empacar su maleta correctamente, con varios conjuntos de ropa que necesitaría si salía, trabajaba o simplemente se quedaba en el departamento del soviético. Así que, aquello no fue su mayor inconveniente. El verdadero problema fue su pequeña hija, quien —al igual que él— disponía de mucha ropa y no sabía que escoger para llevarse a casa de su amigo; por lo tanto, su tarea fue ayudarle a decidir.

Posteriormente, cuando el juego de maletas de padre e hija estaba esperando en la entrada de la enorme mansión de los Pérez, tan sólo quedaba empacar un par de cosas más y, por su puesto, que cada quien se arreglara para por fin salir. 

En esta ocasión, para Pamela no fue complicada aquella parte, pues, anteriormente, apartó un conjunto para usar y sólo era cuestión de que su mamá le ayudara a peinarse para estar lista. Sin embargo, gracias a eso último, Horacio se retrasó en su propia preparación. Ya que, para cuando su niña ya estaba preparada él ni siquiera se había quitado las lagañas de los ojos; figurativamente hablando (claro que lo había hecho). 

Pérez tomó una ducha caliente, puesto que su cuerpo le pedía a gritos un poco de relajación debido a la movida mañana que estaba teniendo. Ni siquiera había notado lo tenso que se encontraba hasta que el agua caliente chocó contra su anatomía. 

Por un momento se olvidó de todo, tan sólo se concentró en su propio alivio por unos cuantos minutos, tiempo en el que duró su rápida ducha.

Al salir del baño, con su pulcra toalla blanca rodeando sus caderas, se acercó hasta su armario y se dispuso a arreglarse como era debido. Terminó vistiéndose para pasar desapercibido, con unos vaqueros negros, chaqueta, zapatillas y gorra del mismo color y, por último, camiseta blanca para no resaltar demasiado. Recordó llevar sus gafas de sol oscuras y empaquetar mascarillas negras por si era necesario.

A decir verdad, estaba un poco inquieto por ser reconocido y visto nuevamente en el edificio de Volkov, ya que, aun no olvidaba que el fin de semana se metió en apuros en aquella fiesta de los Gambino; tiene lagunas al respecto. Y, por si fuera poco, aquel tinte oscuro no desaprecia del todo de su cabello, por lo que fácilmente lo relacionarían, directa o indirectamente, con el comisario Volkov.

Aunque no había de que preocuparse, pues, nadie en aquella ciudad tenía registro de su verdadera identidad y era casi imposible que alguien lo averiguara tan fácilmente. Pero, su inseguridad era más grande que su propia confianza; lo que provocaba que reaccionara de aquella manera, precavidamente.

Ya que, debía de recordar, en la vida criminal y el espionaje nunca había límites. Puede haber ojos encima de él todo el tiempo, oídos en todas partes y, desgraciadamente, personas falsas en su alrededor.

Al estar completamente vestido y arreglado, se dispuso a bajar a la primera planta. Mientras terminaba de bajar los peldaños que subían al segundo piso, llamó a su pequeña, quien salió de la cocina bebiendo una leche chocolatada y una rosquilla en mano.

—Nos vamos—anunció para después tomar las llaves de su coche familiar y embolsarse su teléfono celular y cartera. Pamela, tan pronto terminó de decir aquello se comió de un bocado su pedazo de rosquilla y terminó de beber su leche de chocolate. Desgraciadamente para Horacio aquel desayuno exprés de parte de su hija le traería consecuencias aquel día. Sin embrago, no era tiempo de pensar en ello, sino que necesitaba salir de casa de una vez por todas. Ya se las apañaría.

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⏰ Última actualización: Oct 12, 2022 ⏰

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