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Las puertas del ascensor se cerraron justo frente a sus ojos, el par, quienes yacían en silencio, se concentraron en la música lenta que resonaba por el cubículo mientras sentían como el elevador comenzaba a bajar.

Pronto, el sonido de una tenue campana resonó en las cuatro paredes del pequeño espacio, avisándoles que su viaje había terminado, confirmando esto al notar las puertas abriéndose nuevamente.

Horacio fue el primero en salir, tal y como acordaron, ocultando en todo momento su rostro con la capucha de la chamarra oscura que ahora portaba, y, mientras caminaba fuera de la recepción del edificio, acomodó las gafas oscuras —que ocultaban sus singulares ojos— sobre su nariz.

Tal vez no pasaba completamente desapercibido, pero, nadie descubriría quién era, o eso pretendían; ya que, ambos querían evitar eso a toda costa, más que nada por si a alguien se le ocurría buscar a aquel sensual pelinegro que asistió a la fiesta en el Bahamas la noche anterior.

Pronto, los pasos de Volkov resonaron a espaldas de Pérez, un tanto alejados por la distancia que planearon mantener; esa fue su señal para salir completamente de la edificación, sin mencionar palabra y tratando de no cruzar mirada con nadie.

Detuvo su andar al pisar completamente la acera que conectaba con la larga calle de aquel exclusivo lugar de la ciudad, miró instintivamente hacia el frente, justo donde se encontraba el Bahamas; este luciendo apagado y abandonado ante la luz del día. 

Desvió su mirada al oír nuevamente los firmes pasos del soviético, pero, esta vez resonaban a su lado derecho; puesto que, Volkov se estaba dirigiendo al garaje donde se localizaba su auto. Horacio, al ver esto, se apresuró en ir hacia él, tratando —en todo momento— de mantener su papel.

Sus apresurados pasos cesaron al ver la puerta de la cochera cerrada, maldijo por lo bajo e inmediatamente disimuló alejándose del lugar, no quería levantar sospechas. Se posicionó en la acera de nuevo, a tan solo escasos metros de la calle por donde pasaban muy pocos coches; un aspecto que —sin duda— llamó mucho su atención.

Tal vez se debía a la hora... 

«No, son más de las dos de la tarde...» se dijo al instante.

Posiblemente era por el día.

En un domingo en la tarde ni un alma debería de verse por ahí —incluso la suya propia—, pero, ahí se encontraba, afuera, en un lugar que no conocía en absoluto; calmado a decir verdad, se notaba que por el día se hallaba la calma y que, por la noche, la tormenta arribaba.

Respiró de ese aire fresco que podía inhalar, se sentía tan bien...

—Todo muy pacifico, ¿no lo cree?

Esas palabras provocaron un estremecimiento en el cuerpo de Horacio, quien dio un pequeño brinco en su sitio y llevó una de sus manos hacia su corazón, para después encarar al dueño de esa voz algo... familiar.

—Lo siento—se disculpó en un susurro Volkov al ver la reacción que tuvo el contrario a su repentina llegada.

—E-está bien... —mencionó el más bajo, tratando de tranquilizar su acelerado corazón, lográndolo eventualmente.

Víktor se puso recto en su dirección, mirando al frente igualmente.

—Una de las cosas que me hicieron escoger este sitio para vivir era por las calles tranquilas—conversó el más alto, acompañando a sus palabras anteriores—, aunque... solo se respira esta tranquilidad por el día, porque por las noches esto es un completo caos.

🦋/🍩PADRES⚡/🥃 - VOLKACIO AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora