🦋/🍩PADRES⚡/🥃 - VOLKACIO AU

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La mañana de Horacio fue como todas las anteriores desde la llegada de Pamela: Su hija se encargó de despertarlo —ya que él no lo hacía ni queriendo—, adentrándose en su colchón cautelosamente e inmediatamente atrapando el torso de su padre en un fuerte abrazo.

El de cresta, por la presión que se ejercía en su pecho, abrió sus peculiares irises, encontrándose con la presencia de su pequeña sobre él. No pudo evitar sonreír, y seguidamente en envolver el liviano cuerpo con sus propios brazos y atraerlo hacia sí mismo.

Se separaron después de unos minutos, en el que, con voz suave, la pelirroja le animó a levantarse mientras seguían compartiendo aquel apretón que se volvió más suave.

Terminó cediendo, como siempre. 

Se sentó en la cama, frotó sus ojos para espabilarse, lográndolo eventualmente después de unos segundos. Dio un fuerte bostezo antes de poner un pie fuera del colchón, ya de pie, cargó a Pamela para después repartir pequeños besos en la cara de su hija.

Las risotadas de la menor se escucharon un poco, aún seguía adormilada, por lo que seguía luchando contra el sueño. Con sus bracitos se aferró al cuello de su papá, con el fin no caer, y se acurrucó sobre las extremidades que la envolvían y del propio torso del mayor. 

Horacio caminó fuera de la habitación. Mantuvo una sonrisa de labios cerrados, y sintiéndose completamente acompañado y completo.

Amaneció bien, feliz, con energías para comerse al mundo junto a su niña.

***

Hizo el desayuno como le era costumbre, preparando esta vez unos huevos revueltos, con algo de jugo de naranja de caja y algunas frutas que cortó en ese instante.

Los dos comieron con tranquilidad, había suficiente tiempo, así que se lo tomaron con calma. 

Después de comer, cada quien fue a vestirse: Pamela con su uniforme escolar y Horacio con su vestimenta formal para ir trabajar.

Posteriormente el pelirrojo cepilló el pelo rojizo de su hija, ya que se lo peinaba adecuadamente y colocaba los coloridos broches en su cabellera, esos que a su solecito tanto el encantaban. Al acabar, ambos salieron del baño para proceder a encaminarse hacia el primer piso de la mansión.

En el hall de entrada Horacio se aventuró en darle su mensajito a su niña, indicándole lo que tenía que hacer con ello, y le prometió que le hablaría del contenido cuando lo entregara. La de piel blanquecina le prometió que haría lo que le pidió, y que guardaría el mensaje con todas sus fuerzas.

Tomaron sus cosas; la pelirroja su mochila con sus útiles escolares y almuerzo, y el de cresta sus llaves y sus pertenecías más importantes, no volvería a casa así que quería tener todo consigo.

Salieron por el portal, Horacio cerró la puerta, y tomado de la mano de su pequeña, caminaron hasta su auto. 

Como siempre colocó a la menor en su asiento, asegurándola en el portabebés adecuadamente y con todas las medidas correspondientes. Él se posicionó en su asiento de piloto, para posteriormente encender el vehículo y marchar hasta la escuela de su angelito.

***

Ambos permanecieron frente a las puertas de la institución, donde realizaban su ritual de despedida, ese que tanto les costaba hacer. 

Como siempre, le afirmó su amor por ella; diciendo que la amaba, regalándole un suave beso en la frente y una leve caricia en su mejilla. Ella correspondía a su amor, regresándole del mismo de igual forma.