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Multas, multas y más multas.

Estaba pasando por todos los radares de aquella zona de la ciudad, gastando cada uno de ellos por ir tan rápido, demasiado.

Sus nervios estaban consumiéndolo de tal manera en la que se reflejaba en su conducción.

Al escuchar el ruido de su teléfono emitir la llegada de una nueva factura, decidió que sería mejor parar; en cualquier lado pero hacerlo.

No se podía permitir manchar su historial con multas por exceso de velocidad, además de que no quería pagarlas, era mucho dinero.

Suficiente suerte ha tenido de no haberse topado con policías, así que preferiría detenerse ahora y no tener una huida con agentes de la ley.

Se detuvo en el garaje rojo, subiendo hasta la segunda planta y terminando por apagar su coche ahí.

Intenta regular su reparación, se sentía agitado, como si hubiese corrido una maratón hace escasos segundos.

Llevó sus manos hacia su cara, aún permanecía caliente y roja; comprobando esto al verse escasamente por el espejo retrovisor.

—Joder—maldijo en voz alta, dejándose caer en el asiento al mismo tiempo.  

—¿Qué me está pasando? —se cuestionó, evitando la respuesta que los latidos de su corazón le enviaron.

Este latía fuertemente, podía sentirlo, llevó su mano hasta su pecho para intentar pararlo.

—Tranquilo, H, fue un simple contacto, uno normal que cualquier persona tiene con otra—ahí estaba, el Horacio frío y calculador. 

Respiró despacio y profundo, intentaba calmarse apropiadamente, lográndolo eventualmente.

Retiró su mano derecha del corazón, mirando esta con detenimiento bajo la tenue luz que se cuela por la planta de la edificación.

Con las yemas de sus dedos en esa misma extensión, intenta revivir aquel contacto, pasándolos por toda la palma con delicadeza. Siente un hormigueo extraño en ella, y después, revive aquella calidez.

Al caer en cuenta en lo que estaba haciendo, cierra su mano y hace un puño.

—¿Qué coño haces? —se regaña a sí mismo.

—Joder... vamos a ver—posa ambas manos sobre el volante y aprieta el cuero del mismo con fuerza—, relaja tus hormonas un rato. Sé que nos hace falta un poco de acción desde hace mucho tiempo, pero, no podemos hacer nada con él—se dijo enojado.

—Lo conocemos de casi nada y por ahora estamos empezando a interactuar... así que no lo arruines... 

Cerró sus ojos con fuerza y se dejó caer de cara al volante, enterrando su cara entre sus manos y este mismo.

—Hasta hace poco creías que era un criminal, así que no te ilusiones tanto... —se advirtió.

Recordó aquello, la primera vez que vió a aquel hombre intimidante y misterioso en las afueras de la escuela de su hija, recordando el cómo solamente se veían desde lejos; esto hasta hace días. 

Su perfecto perfil, la mandíbula que algunas veces juró moverse, tal vez por un leve masticar o gruñido. Su increíble porte, serio y misterioso. Y que hablar de su vestimenta, esa que parecerá simple, pero, para sus ojos lucia muy bien.

«Aunque... tengo que admitir que se ve aún mejor de cerca... »

Abrió sus ojos al pensar en eso.

—Joder, Horacio, estás mal—se regañó nuevamente al mismo tiempo que se acomodaba en su plaza y procedía a encender su vehículo. 

🦋/🍩PADRES⚡/🥃 - VOLKACIO AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora