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Horacio tuvo que estacionar lejos de la casa de su amiga, esto debido a que los dos lugares para estacionarse —el del auto de la pareja y el otro restante— estaban ocupados.

Pensó que habrían prestado aquel puesto a uno de sus vecinos o algo por el estilo, por lo que no le dio mucha importancia a eso.

Salió del vehículo con rapidez.

Se le había hecho un poco tarde, y para colmo cogío un poco de tráfico por el camino. Además de que no ayudaba el hecho de que Athenea viviera hasta la otra punta de la ciudad, está siendo el área playera del sur.

Sacó a Pamela del asiento trasero del auto, cargándola en brazos, e inmediatamente cerró la puerta de la parte trasera del vehículo. 

Seguidamente, dio algunos pasos hasta posarse frente al maletero de su automóvil, abrió la cajuela, sacó la pañalera de su pequeña y se la colgó en el hombro derecho como pudo.

Cerró el cofre trasero con un poco de dificultad, lográndolo eventualmente.

Comenzó con su caminata hacia la casa de su amiga, caminó enfrente de unas casas que se hallaban en aquel malecón, ya que el hogar de la pelinaranja se encuentra junto a la playa. 

Podía percibir la brisa costera a través de su cabello que se removía levemente, además de sentir con sus fosas nasales el olor a mar a tan solo metros de donde se encontraba.

Pudo relajarse gracias a esto.

Por fin se acercaron hasta la casa de Athenea, cruzaron el patio de enfrente y se adentró en el pequeño porche que tenía de lado derecho de ella, llegando justo en la puerta de la vivienda. 

Tocó el portón un par de veces con su mano derecha, para, seguidamente, girar levemente su cabeza con la intensión de escuchar una contestación. Sin embargo, no trasmitieron ningún ruido del otro lado, no pudo percibirlo.

Iba a tocar nuevamente, pero, se quedó con el brazo elevado y la mano echa un puño cuando la entrada fue abierta.

Se quedó de piedra al notar quien era la persona que le abrió, sorprendiéndose inmediatamente al ver a aquel hombre alto recibiéndole: nada más y nada menos que el comisario Víktor Volkov.

—Hola, Horacio—saludó cortes, quedándose un tanto confuso por ver al de cresta ahí. 

Muchas preguntas inundaron la mente de Pérez, cuestionándose, primeramente, porque el ruso estaba allí.

Tal vez lo estaba imaginado o era un sueño, podría ser esta una alucinación.

Pestaño varias veces e incluso frotó uno de sus ojos con su mano desocupada. Sin embrago, no logró quitar al trabajador de su padre de su vista; era él en carne y hueso. 

Antes de que pudiera contestar a su saludo antes dado, una segunda voz apareció en escena, está siendo un poco más dulce.

—¿H llegó? —era Athenea. 

Quien en seguida se posó frente a la puerta, obteniendo un espacio en la entrada después de que el peligris saliera hacia afuera. La mujer, al estar frente a su amigo, le dedicó una mirada amenazante.

—H-Hola... —saludó, tanto para su amiga como para Volkov. 

—¡Hola, tía! —exclamó la pelirroja en los brazos de su padre.

—Hola, corazón... —respondió Miracle un tanto confundida por todo aquello. 

—¿Pamela? —nombraron a la ojiverde.

🦋/🍩PADRES⚡/🥃 - VOLKACIO AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora